Capítulo 30

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[SUBÍ DOS CAPITULO ASI QUE SI WATTPAD LOS ENVIÓ DIRECTO A ESTE REGRESEN PARA LEER EL ANTERIOR] 

Comimos hamburguesas con un montón de papas fritas de las cuales disfruté ingerir más de la mitad, vimos una película mientras estábamos sentados en el suelo y por un breve momento mi corazón se sintió envuelto por una calidez amorosa y familiar.

Nos quedamos despiertos hasta las tres de la mañana puesto que Joel tenia que dormir temprano ya que más tarde tendría que ir a que arreglen los últimos detalles del esmoquin, Ana y yo decidimos limpiar un poco nuestro desastre, en cuanto la puerta de la habitación se cerró Ana me tomó del brazo y me llevó al balcón insinuando que quería privacidad.

— ¿Qué pasa?

—No quise preguntarte esto frente al abuelo y Joel pero ¿Por qué el vaquero no vino? ¿Terminaron?

— ¿Qué? No, por supuesto que no.

— ¿Entonces? —inquirió con preocupación. —Estabas tan emocionada de que viniera, se te notó en la voz la ultima vez que te llamé.

Me di la vuelta y recargué mis brazos en la barrera, el aire despeinó un poco mi cabello mientras admiraba la ciudad de noche, a pesar de que ya era de madrugada los taxis no dejaban de trascurrir las calles principales de la ciudad, sobre todo la música de algunos bares todavía sonaba a lo lejos.

— ¿Están teniendo problemas?

—Está atendiendo unos asuntos de su trabajo, es todo.

— ¿Y por qué suenas como si odiaras eso?

—Es que lo hago. —suspiré. —No me gusta que estemos separados y sé que tal vez creas que es algo estúpido de mi parte, pero lo echo de menos.

—Tamara, solo tienes un par de horas alejada de él.

—No. —dije sintiendo un nudo en mi garganta. —No me refiero a eso, hemos estados separados antes de que llegara aquí, últimamente es todo lo que hace, estar trabajando, casi no lo veo, ni siquiera paso tiempo con él y tengo miedo de que esto no vaya a funcionar.

Ella colocó su mano sobre la mía.

—Ve el lado bueno, está trabajando y no anda por allí con mujerzuelas.

Limpié una lagrima que escapó con rabia.

—Además me cruzo con Julia todo el tiempo sigue en el pueblo y no creo que vaya irse nunca, solo está allí para joderme la vida y recordarme que Owen la amó primero.

— ¿La pelirroja? —preguntó frunciendo el ceño. —Dios ¿Es que esa mujer nunca se cansa?

—Al parecer no.

—Nena. —me envolvió en un abrazo que me hizo suspirar, quería sacar todos mis sentimientos y no se si se debía a que habíamos bebido cuatro latas de cerveza o porque era de madrugada y estaba deseando que mi relación con Owen cambiara. —No te agobies, al mal tiempo buena cara.

—Ya suenas como tu madre.

— ¡Ay dios no! —exclamó mientras me peinaba el cabello y reí. —Ya estoy actuando como una señora y aun no me caso.

Después de aquella reconfortante conversación decidí que era hora de acostarme, cuando entré a la habitación me di cuenta que mi abuelo seguía descansado plenamente en la cama y no quería incomodarlo así que dormí en el sofá.

—Buenos días, pastelito.

Abrí los ojos con pesadez, el sol me daba directo en la cara y me cubrí con la manta mientras renegaba ¿Cuántas horas había dormido? ¿Dos? ¿Tres? Sentí que apenas había logrado cerrar los ojos.

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