Capítulo 42

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Este dolor que me oprimía el pecho era muy parecido al que había sentido cuando me enteré del accidente de mis padres, no podía respirar, era como si mis pulmones lucharan por tomar tan siquiera un poco de aire, por más que trataba tranquilizarme, no lo conseguía.

No sabía cuánto tiempo llevaba bajo la ducha, pero decidí salir cuando las yemas de mis dedos parecieron pasas, tomé una de las batas de baño y me la puse mientras las lágrimas seguían cayendo por mis mejillas. Mierda. Me sentía tan estúpida. Todo el tiempo que estuve bajo el agua no había parado de llorar y cuando me miré al espejo solo comprobé que tenía los ojos rojos e hinchados.

Con la poca fuerza que tenia logré encaminarme hacia la puerta, mis pies me estaban matando, había pasado todo el viaje descalza y podía sentir lo lastimados que se encontraban, abrí la puerta y me quedé helada cuando noté al último hombre que me hubiera gustado ver en lo que resta de mi vida sentado sobre la cama.

Al parecer él también había tomado una ducha porque ya no había rastro de sangre en su rostro, además su cabello estaba húmedo y había remplazado sus vaqueros desgastados por unos nuevos, también noté que no estaba con el torso al descubierto si no que tenia una camisa de manga corta puesta.

— ¿Qué haces aquí? —mi voz sonaba rota, definitivamente se notaba que había estado llorando.

—Tamara.

—Largo. —señalé la puerta.

—Tenemos que hablar.

— ¡Lárgate, no quiero verte nunca! —mis ojos volvieron a arder.

Owen se levantó de la cama con lentitud, se veía cansado y derrotado, pero yo me sentía mil veces peor, me había utilizado.

—Déjame explicarte.

—No hay nada que explicar, tuviste la oportunidad y no lo hiciste. —parpadeé para apartar las lágrimas, no quería que me viera llorando. —Ahora quiero que te vayas.

Suspiró.

—Por favor. —suplicó. —Déjame explicarte.

— ¿Y qué me vas a explicar? —pregunté con una sonrisa triste. — ¿Qué me utilizaste? ¿Qué fingiste quererme todo este tiempo para tener información sobre él?

No respondió.

—Lo hiciste. —decirlo en voz alta era como encajarme una daga en el corazón. —Me usaste.

—No. —dio un paso hacia adelante. —No te utilicé, jamás lo haría.

— ¿Entonces porque me siento como si lo hubieras hecho? —no pude contener las lágrimas. —Me mentiste, en la cara.

—Nena...

—No —estiré mi mano para detener los pocos pasos que había avanzado.

—Tuve que hacerlo ¿de acuerdo? Tuve que mantenerte esto oculto porque pondría en peligro la operación.

—Pudiste... —sollocé.

—No. —negó con la cabeza. —No podía.

— ¡Confié en ti! —grité sintiendo mi pecho arder.

Owen apretó sus labios al verme completamente vulnerable y destrozada.

—Confié en ti. —repetí acercándome a él, le toqué el pecho con mi índice. —Y me utilizaste, me enamoraste solo para completar tu maldita operación.

—No fue así. —hizo un ademan de tocarme la cara, pero la aparté. —Tamara, escúchame, nunca quise enamorarme de ti, no lo planeé, pero sucedió y no me arrepiento de haberlo hecho.

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