Capítulo 14

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Llegué a casa completamente exhausta, hubo más gente de la que estoy acostumbrada porque teníamos promoción con los alimentos de mascotas, mis pies estaban gritando que detuviera el sufrimiento, pero todavía tenía que subir las escaleras para llegar a la puerta, llegué en taxi pues no volví a ver a Owen desde que salió de la tienda y la verdad era que estaba algo preocupada, pero imaginaba que se encontraba bien y tal vez estaba ocupado porque no me había enviado un mensaje.

Cuando abrí la puerta no esperaba encontrarme con mi abuelo sentado tranquilamente mientras Hannah estaba a su espalda sosteniendo unas tijeras mirando de diferentes ángulos la cabeza de él.

–¿Qué pasa aquí? –pregunté dudosa.

–Oh, Hola Tamara –dijo ella sin mirarme pues estaba concentrada mirando el cabello de mi abuelo. –le estoy cortando el cabello.

–Ya me di cuenta. –cierro la puerta y me siento en el reposa brazos del sofá.

– ¿Cómo estuvo el trabajo, hija? –preguntó mi abuelo mirándome por el rabillo del ojo ya que no quería mover la cabeza.

–Agotador.

–Owen pasó esta tarde y dejó mucho alimento en el establo –dijo con una sonrisa y yo asentí. –Gracias.

–No agradezcas abuelo, por eso acepte el trabajo.

–Aja –murmuró Hannah mirándome y levantando sus cejas repetitivamente.

Ruedo los ojos y dejo mi bolso sobre el sofá.

–Solo los últimos toques... –Hannah terminó de cortar y sonrió cuando estuvo satisfecha con su trabajo. –Listo.

Luego le pasó a mi abuelo un espejo para que viera su nuevo corte.

–Muy bien –dijo bajando este. – ¿Tú qué opinas?

Me miró y yo asentí dándole un pulgar arriba, se veía algo diferente, pero con esas canas también le daba un toque muy varonil y maduro.

–Bien, me daré un baño –se puso de pie y le entregó el espejo a Hannah. –Gracias, hija.

–Siempre es un gusto –dijo ella sonriendo.

Mi abuelo le toca el hombro al pasar y una vez que Hannah vio que entró al baño se puso las manos en la cintura y me miró con los ojos entrecerrados.

– ¿Cómo estuvo tu cita?

Mi corazón se aceleró, pero mantuve la compostura.

– ¿Qué cita?

–No te hagas la desentendida conmigo Tamara, sabes de que hablo, tu abuelo me lo dijo.

Ay, abuelo.

–Si, tuve una cita. –admití.

– ¿Con quién?

Fruncí el ceño.

– ¿Por qué el interrogatorio?

Ella dejó las tijeras sobre la silla y se sentó junto a mí.

–No es un interrogatorio, es que... somos amigas ¿no?

Asentí mirando sus ojos verdes.

–Pues las amigas se cuentan todo y no me dijiste que tendrías una cita, tuve que enterarme por tu abuelo. –señalo el baño y eso me hizo reír.

–Es alguien que conocí en la tienda.

– ¿Owen? –pregunta levantando su ceja derecha.

– ¡No! Dios, claro que no –era malvada, no podía creer que le estuviera mintiendo en la cara. –Te dije que no volvería a acostarme con él, ni nada por el estilo.

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