5; Don Encanto y mi primera amienemiga

507 59 2
                                    

— Muy buenos días. — Sonreí levemente al encontrarme con mi jefe en la oficina. Por suerte esta vez no me quedé dormida en la alfombra por lo que pude descansar más que la noche anterior y tuve más tiempo para darme una ducha y despabilarme.

— Buenos Días, Nina. — Me sonrió de la misma forma, pero no desvió su mirada, yo tampoco lo hice. Pensé que quería decirme algo pero sólo me estaba observando. Logró ponerme nerviosa y que mis manos comenzaran a sudar.

— B-Bueno... ¿me puede dar una lista de lo que tengo que hacer? — Interrumpí la escena intentando esconder mis nervios tras su repentino interés en mí. Él asintió volviendo a la realidad tomando un lápiz que decía "Londres" en un escritorio.

— Los primeros días tendrás trabajo de oficina, luego de vez en cuando deberás ir a reuniones para hablar de relaciones públicas. Necesitamos un rostro que me acompañe a las reuniones, y por la impresión que me diste a la hora de hablar sobre por qué merecías el trabajo; sé que eres la indicada para persuadir nuestras ideas con distintos referentes del rubro.

— Me parece espléndido, muchas gracias por considerarme — sonreí agradecida —. No pienso defraudarte. Seremos un gran equipo.

— Sé que no lo harás y que seremos un muy gran equipo — sonrió con cierta esperanza — ¿Quieres un café? Digo, al parecer nunca puedes disfrutar uno tranquilamente; a veces te gusta usarlo como parte de tu atuendo. Allá tú, es tú decisión. Eso sí, intenta que eso lo hagas en tu tiempo privado.

— Si no me lo derrama encima, con mucho gusto lo acepto. — Arqueó una ceja en una sonrisa y lo preparó él mismo. Se ve como alguien más sencillo que un hombre de negocios. Tenía más dinero que todas las personas de este edificio juntas, pero si no fuera por su elegante manera de vestir, jamás pensarías que es alguien así de importante y adinerado. Unas cuatro mujeres caminaban por el pasillo y al notar que él las estaba mirando, se separaron inmediatamente y caminaron mirando al piso a sus lugares de trabajo.

¿Creo que le tenían miedo? ¿Será verdaderamente una autoridad para ellas? A mi parecer se veía como alguien relajado, pero trabajador.

— Aquí tienes. — Me pasó un vaso de cartón con un cappuccino que estaba delicioso.

— Gracias. — Respondí indiferente y luego se me escapó una sonrisa.

— Me gusta que no seas tan miedosa, aunque yo sí puedo despedirte... — casi me atraganto con mi café pero intenté disimular el nerviosismo — pero, no lo haré porque es divertido — me miró sonriendo —. Aquí todos me ven como una deidad que puede destruir su vida en segundos, y claro; puedo hacerlo — carcajeó —, pero no es lo que quiero.

— Honestamente, daba esa sensación, con respeto, debo decir que por eso usted no me da miedo. — Me senté recta en mi silla y él me observó atento.

— ¿No te doy miedo? — Se acercó ligeramente a mí posando ambas manos en el escritorio.

— No. — Sonreí incrédula. Él negó con la cabeza por unos segundos.

— Estás despedida — exclamó completamente serio. Me paré de la silla y comencé a caminar siguiéndole el juego y soltó otra carcajada —. Siéntate y comienza a trabajar. — Dijo aún entre risas.

— Como diga, Señor Walker — sonreí caminando a mi escritorio pero antes me di media vuelta mirándolo. Él seguía observándome —. Como actor, se muere de hambre. — Luego, sin ver su reacción, pude ir a sentarme. Eran oficinas compartidas, muy espaciosas y eran aproximadamente unas cuatro personas las que trabajaban ahí, si es que algún día me asciende, tendré mi propia oficina.

Tres Clavos Sacan Otro Clavo [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora