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Hicimos una escala en Phoenix pero ya en casi diez horas, llegamos a tierras californianas.

Me desperté porque era la hora del desayuno y por un beso en mi cabello que fue la manera perfecta de abrir mis ojos en altura.

— Buenos días, Bella durmiente. Ya casi vamos a aterrizar — sonrió con su pelo desarreglado, honestamente se veía adorable. Jamás lo había visto así, sólo aquella vez en su auto... —. ¿Cómo dormiste?

— Pareciera que me hubieran tumbado de un palo en la cabeza — acaricié levemente su mano, sonriendo —, ¿tú?

— Más o menos, nunca me acostumbro a dormir en un lugar que no sea mi cama. En especial en un lugar que esta a muchos metros de altura y hace un sonido de los rediablos.  — Respondió frustrado mientras bostezaba.

— ¿Rediablos? Hablas como lo hacía mi abuela. — Carcajeé.

— Bueno, entenderás que tú y yo somos de distintas generaciones. — Dijo arreglando su cabello como si hubiese escuchado mis pensamientos.

— Claro que sí, a la perfección — asentí — tú eres de la generación de la segunda guerra mundial; yo soy de la generación de Los Rugrats. — Reí, a lo que él arqueó una ceja, fingiendo que mi broma no le causó mucha gracia.

— Y no me agradeces por el servicio, qué falta de respeto.

— Gracias Señor Walker por servirle a nuestro país. — Rodé mis ojos y justo fuimos interrumpidos por la señal de abrocharse los cinturones que recién se encendió.

Finalmente bajamos del avión y recuperamos nuestras maletas. Unos de mis lugares favoritos, por alguna extraña razón, son los aeropuertos. La gente simplemente anda con otra vibra, los pilotos caminando con aires de grandeza, las azafatas correctamente uniformadas; a veces pienso que si no me dedicara a la escritura y a la moda, hubiese sido auxiliar de vuelo.

¡Me encanta! En serio, sé que no soy la única que piensa así.

Bueno, suficiente de mi afición por los viajes. Volvamos a lo bueno.

— Espero que te haya gustado mi elección de hotel, intenté elegir lo mejor para ti.  — Sonrió cordial, humilde. Era un hombre tan poderoso y jamás podría pasar por tu cabeza que él piense eso de sí mismo.

— ¿Bromeas? Elegiste el Biltmore de Four Seasons, es lo mejor que hay por acá. — Entramos y era muy lujoso, a él sí que le encantan los lujos. No es que mi situación económica sea mala, de hecho es bastante buena; pero siempre encontré una exageración quedarme en lugares como este, hasta ahora. Y pensar que pensó en el mejor lugar por mí... Va sumando un par de puntos, y no por lo material, por lo detallista que es. Se preocupa de todos los detalles en cualquier situación, ¡somos iguales!
Quizás por eso me gusta tanto su compañía, nos entendemos bien.

Honestamente, ¿qué harías tú? Digo, la balanza cada vez está más difícil de utilizar, y es que creo que está rota. No puedo tener una decisión pronto si todos ellos están siendo cada día más considerados y tan... perfectos conmigo.

— Y aquí están nuestras habitaciones. — Dijo abriendo la puerta con los números 856, la suya era 857. El botones nos ayudó con nuestras maletas. Le agradecí por todo y sin antes tomar una ducha y acomodar las cosas, corrimos a la primera de tres reuniones del día de hoy.

¿Qué hacemos ahora?

Caminamos por la playa, después de ir por un helado a la heladería de mi infancia.

— No probarás helado más delicioso en tu vida. — Aseguré, su rostro lo confirmaba todo.

— ¿Es muy famosa esta heladería en la ciudad? — Preguntó disfrutando su helado de cereza. Estaba tan silencioso disfrutando de su helado. Me divertía la escena, si bien, como ya he dicho, es alguien muy humilde. Pero no por eso no estricto o serio.

Tres Clavos Sacan Otro Clavo [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora