Llámame como quieras,
Intensa, mensa, fácil. Ok, lo acepto.
Me dio pena verlo así. Pedro es un buen chico. ¿Cómo iba a decirle que no?, además, Sé que lo pasaré bien. Él es muy agradable y en verdad me gusta... es tan sencillo, no tiene grandes lujos o es muy extrovertido, tan real. Con un corazón gigante que tiene mucho amor para dar. Algo me dice que no debo olvidarlo, dejarlo a un lado. Debo seguir mi intuición.
Ahora, un tiempo más tarde, recién vengo a entender que mi intuición es una perra. Que podría haber ahorrado miles de malos ratos y sentimientos para ellos, para todos en realidad. Porque sí, caí muy bajo. No podía mirarme al espejo sin sentir asco de la persona en la que me había convertido. Pero hey, todavía no llego a esa parte.
Aún me estaba precipitando,
¿por qué?
Porque ahora saldré con León.
Me siento ridícula.
Por favor, hagas lo que hagas, no pienses que quiero jugar con sus sentimientos...
Eso es lo último que quiero (aunque, lamentablemente; terminé haciéndolo)
Es sólo que sufrí tanto, pensé que jamás podría olvidarlo. Aún está la herida. La cicatriz quedará, lo tengo muy claro. Pero el corazón, iluso, vuelve a recargarse de esa energía, esa pasión que te hace sentir vivo. El corazón busca a alguien a quien querer y pertenecer. No podría controlarlo aunque quisiera.
Creo que no hay salida, es un ciclo que cada vez es más difícil comenzar.
— Hola, guapa — besó mi mejilla, luego siguió fumando el cigarrillo que tenía entre sus dedos.
— Hola, León. — Sonreí acomodando mi gorro de lana. Soy tan friolenta, moriré en la pista de patinaje, a pesar de vestir miles de capas de ropa, nada puede quitarme el frío. (¿Nada?... ¿Nadie?)
— ¿Lista para la mejor tarde de tu vida? — Preguntó divertido mientras sacaba dinero de su billetera para arrendar los patines — Sabes patinar, ¿cierto?
— Sí, pero la verdad ya casi ni me acuerdo de cómo hacerlo... — sonreí nerviosa, la última vez que lo hice tenía dieciséis años. Esta tarde estaba destinada al rídiculo. ¿Qué tan difícil iba a ser? Pensé que sería mejor ser algo atrevida, como él.
Era tan impredecible, tan diferente a mí. Incluso si lo observara detalladamente por horas, no podría decir con exactitud que es lo que refleja.
¿Será por esa razón que me atrae tanto? ¿Lo desconocido?— Tan difícil no es, le agarrarás el ritmo en un segundo. — Llegamos a la pista y no quería exagerar, pero él patinaba excelente, con mucha fluidez y ni hablar de un sólo tropiezo.
Luego estaba yo, utilizando el pingüino de entrenamiento que le robé a un niño cuando comía una paleta junto a su hermanita; rezando por no pasar vergüenzas en frente de tanta gente.
— Ni se te ocurra soltarme. — Lo amenacé tras sentir que lentamente se zafaba de mi agarre; mi sutil agarre que casi le trituró el brazo.
— Preciosa, eso es lo último que quiero — acarició mi espalda, carraspeó su garganta y luego me miró como si estuviera por decir algo importante. Quizás con qué cosa saldría... no fue así —. ¿Y cómo vas con tu jefe? — Estiró sus labios y comenzó a besar el aire. Le pegué un topón con la mano en la boca, pero como el karma realmente existe, caí de trasero al piso.
— Uf, qué desperdicio. Me hubieras chocado con los labios mejor — me levantó sin antes darme una mirada de los mil dioses, luego sacó su lengua divertido. Yo, Doña tarada; de lo nerviosa (o revolucionada que este espécimen me ponía) caí otra vez al suelo —. ¿Tan nerviosa te pongo? — Dios mío, por favor cállalo o no me hago responsable. Él sabe lo que hace, sabe jugar con mi mente. Hace que le suplique a la tierra que me trague, pero todo vale la pena al verlo sonreír de esa manera...
— ¡León, lo logré!, ¡estoy patinando! — Levanté los brazos emocionada unos quince minutos después del bochornoso momento.
— ¡Muy bien, Nina! — Celebró conmigo. La celebración duró poco porque me caí otra vez. Esta vez fue feo, el efecto Moore tiene distintas versiones. No creo que León llegue a olvidar esta cita jamás —¡Nina! — Sentí que gritó y rápidamente se acercó a mí. Cerré mis ojos, estos se llenaron del hielo que levantaron los patines de León al frenar abruptamente. Escuché lo desesperado que estaba y no pude evitar reír como una loca. Abrió los ojos como nunca y volvió a gritar — ¡Tú!
— Insisto, dos pueden jugar ese juego. — Carcajeé. Eso sí que no se lo esperó. El alma le volvió al cuerpo al ver que no estaba inconsciente. Sí sé, con eso no se juega, pero se llevó un gran susto y fue la única venganza que se me ocurrió en esos momentos. No me arrepiento, fue muy divertido.
— Eres mala... — estaba a punto de besarme. Yo en sus brazos, él acariciando mi cabello y acercándose lentamente.
— Disculpe señorita, ¿me presta el pingüino? — Una niña de unos siete años interrumpió nuestro momento y salgamos bruscamente. De la impresión; León me soltó y, no me vas a creer, otra vez estoy en el piso — Vaya... creo que lo necesita más que yo.
— No, linda — reí avergonzada sobando mi trasero —. Aquí tienes.
— Muchas gracias. — Se fue contenta, en su mundo. Así de simple fue para ella. Sí era verdad que yo lo necesitaba más. Me levanté rápido, debía mantener la compostura (la poca que me quedaba).
— Muchas gracias por dejarme caer, León. Gracias de verdad. — Volví a reír y él negó con su cabeza.
— Oh, esto recién comienza — oh, no. Esa mirada no puede significar nada bueno. No sé con qué saldrá ahora. Debería tener miedo —. ¡Paramédicos, ayuda! Mi novia se golpeó la cabeza. — Gritó despavorido y una tropa de personas patinó hacia mí. Hicieron miles de procedimientos, los cuales no frenaron a pesar de decirles que estaba perfectamente bien.
— Ya vas a ver — mascullé amenazándolo —. ¡Que estoy bien! Muchas gracias pero no me pasó nada. —Protesté por milésima vez pero seguían tratándome como si estuviera a punto de morir.
— Ay no, ¡ya está delirando! Por favor, asegúrense que esté bien. ¡Repitan el procedimiento desde el principio! — A este punto las personas hicieron un circulo a mi alrededor, ¡es un malparido! Ni siquiera sé como lo ha hecho pero tenía lágrimas reales cayendo de sus ojos.
— Eres un estúpido. — Suspiré una vez que por fin me habían dejado ir. Estuve en los ojos de todas las personas por unos, ¿veinte minutos?
— Insisti, dis puidin juigir isi juigi — Dijo mofándose de la frase que dije hace dos cuartos de hora —. Hagas lo que hagas, no se te ocurra desafiarme.
— No sé por qué, pero lo tendré en consideración — reí y lo empujé despacio, sé que algún día pagará por esto—, y pues; lo mismo digo. No se te ocurra desafiarme.
— ¿O qué? — Se puso en mi camino y choqué con su pecho al intentar patinar, es bastante alto.
Se notaba que esta ha sido una de las mejores tardes que ha tenido en mucho tiempo, te lo aseguro. Se divirtió haciéndome sufrir.
Pero para qué estamos con estupideces. Yo no estaba preocupada del espectáculo que le hemos dado a la gente. Él, un actor de primera. ¿Yo? Quería desaparecer de la faz de la tierra.Aún así sólo podía pensar en una cosa.
León casi me besa...
Luego pienso en Sam y Pedro:
El grillo de mi consciencia está a nada de renunciar a su trabajo, que soy una tarada, dice.
Es más, creo que indignado dejó de trabajar hace un buen rato.
Bueno, quizás debería decírselo a cada uno. El mundo es tan pequeño. No quiero que las malas lenguas se encarguen de contarles. Incluso si ninguno esta vinculado al otro. Además, estoy segura que el destino se encargará de hacérselos saber si no les digo. Es mejor que se enteren por mí misma que de otra forma.
Insisto, más bien; quiero repetirme y dejarme claro a mí misma que recién los estoy conociendo, una vez que sienta verdaderos sentimientos hacia alguno de ellos, dejaré todo esto. Así de fácil, así nada más.
Dejaré de dar vueltas, dejaré los rodeos.
Lo prometo. Tú estás de testigo.
(Querida e inocente Nina del pasado: jamás prometas cosas que no podrás cumplir)
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Tres Clavos Sacan Otro Clavo [EN EDICIÓN]
Chick-LitLa poca estabilidad emocional de Nina Moore se esfuma tras encontrar a su novio de seis años teniendo relaciones con otra mujer en su propia cama... en el día de su cumpleaños. Con la ayuda de sus mejores amigas y tres guapos hombres que conoce en...