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Recuerda que TODO, SIEMPRE, puede irse aún más al carajo.

Digo, si vomité de la nada quizás algo me hizo mal, algo que comí; los nervios de toda la situación.

¿Verdad? Por favor, necesito que algo quite este ataque que me está dando.

Aún recuerdo algo de ese día con Sam. Bendigo y agradezco de verdad haber comprado un cepillo de dientes de bolsillo.

Inmediatamente notó que algo me sucedía, pero ni yo sabía con exactitud qué.

— ¿Estás bien? Te noto algo pálida. — Se acercó a mí y me observó como si su mirada pudiera tener un veredicto. Sonreí sin darle importancia a su comentario, no debería alarmarme por algo tan repentino.

— Nada, estoy de maravilla. — Sólo quería recostarme y dormir una siesta, porque aún me siento del asco. Abrió una botella de vino que había guardado a la temperatura perfecta, me ofreció una copa y la acepté, bebí un sorbo y en un minuto la cordura volvió a mi cabeza.

— ¿Es esa una araña gigantesca? — Pregunté exaltada apuntando a la ventana de modo que pudiera darse vuelta y escupí el vino de vuelta a la copa.

— ¿Qué? No veo nada. — Me miró extrañado y le dio un sorbo a su copa. Normalmente me dolería demasiado lo que estoy por hacer pero debo hacerlo aún por si las moscas.

— Ahí, en la cortina — nuevamente volvió a mirar a la ventana y rápidamente boté el vino a una planta que estaba a mi lado —. Oh, creo que sólo era una mosca. — Reí nerviosa al ver que su mirada otra vez estaba en mí. Debe pensar que soy una loca de remate.

— ¡La vi! — Tantas plegarias lograron que en realidad hubiera una araña en la cortina. La sacó al patio y volvió a sentarse — Wow, te serviré más. Qué rápido tomaste lo que serví. — Carcajeó levantándose a buscar el vino.

— No, no gracias. Estoy bien, tengo que volver a casa.

— Pero yo debo llevarte a casa... Al menos que desees dormir acá — levantó sus cejas divertido y por esa expresión no pude evitar pensar en León, en la picardía que el muy desgraciado tiene con tanta facilidad, de vez en cuando tenían gestos similares — ¿Estás segura que no quieres un poco más? Si lo haces por modestia, no te preocupes que tengo varios y todos para compartirlos sólo contigo. — Volvió a sentarse una vez más y me acurruqué en su pecho.

— No, de verdad gracias. — Suspiré agradecida, pero sobretodo nerviosa.

— Qué rara estás últimamente. Me extraña... — Se encogió de hombros — Me extraña, araña. ¿Es así lo que dicen los jóvenes? — Esbozó una sonrisa, tenía mucho sentido por la araña que acababa de sacar al patio.

— Sí, abuelo. Quizás en los noventa, pero tú seguías siendo viejo en ese entonces.

— ¿Qué dices? En los noventas yo estaba muy guapito y joven. — Cómo iba a contradecirle, me mostró un álbum de fotos de la infancia y era un niño precioso. Luego de la secundaria y te aseguro que era el rompecorazones de la escuela, aunque él insistía que era muy ñoño y que las chicas nunca le hacían caso.

Por un momento logré despejarme y pasamos toda la tarde juntos, el tiempo con Sam pasa tan rápido. Eso significa que disfruto estar con él. Volví a casa sólo porque mañana debía trabajar y no tenía ropa limpia, llegué a casa y tuve la maravillosa idea de dormir temprano porque estaba exhausta.

Me inquieté bastante, no pude pegar un ojo hasta las cuatro de la mañana y cuando apenas descansaba me levanté porque comenzaría otra jornada laboral.

Luego mis malestares no volvieron por lo que volví a relajarme, eso estuvo cerca.

Unos días más pasaron sin mayor novedad. Pasado mañana es mi cumpleaños, no sabía en ese momento qué haría para celebrarlo, no estaba tan ansiosa por hacer una fiesta gigante. Pensaba tener la costumbre o maldición de recibir malas noticias cuando celebraba un cumpleaños en grande, ya sabes lo que pasó el último, esa sí fue una sorpresa... También rompí mi muñeca andando en bicicleta cuando cumplí ocho años, todos mis compañeros de clase estuvieron ahí, fue vergonzoso y doloroso.

Mi preocupación volvió, quise no creerlo.

No pensé que podría ser un embarazo, vomitar una vez no significa nada.

Hasta que vomité mi desayuno. Ahi sí que me volví loca.

¡Es que las probabilidades eran casi nulas!

Me he cuidado en todo aspecto, he sido responsable en ese sentido.

Siempre puede existir ese mínimo porcentaje de posibilidad al parecer.

Lloré de miedo, ¿qué se supone que debería hacer ahora?

Más me preocupaba lo que también te debe estar preocupando a ti:

¿Quién es el padre?

Si es que estoy embarazada, claro.

No puedo creer que para colmo esté haciendo esto... Yo no le doy algo tan íntimo a cualquiera. Y es que ellos no son cualquiera, aunque quizás siento que he perdido algo de dignidad.

Debería ir y comprobar si efectivamente lo estoy, sacarme este pavor que quizás estoy sintiendo antes de tiempo.

Llamé inmediatamente a Brie y a Sarah, no sé cómo les diré.

— ¿Y por qué nos llamaste tan repentinamente? — Sarah preguntó abriendo la despensa para sacar un snack.

— ¿No puedo llamar a mis amigas para ponernos al día sin que algo me esté sucediendo? — Reí e hubo un silencio muy incómodo, me conocían a la perfección. Sabían que algo grave estaba sucediendo.

— Claro que sí — Brie sonrió levemente, luego posó su mano en mi hombro —, pero pareciera que algo te carcome por dentro.

— Sabes que siempre puedes contar con nosotras, Nina. — Sarah me dio una sola mirada e involuntariamente me dio un ataque de llanto que sólo las preocupó aún más.

— Nina, nos estás asustando — sus rostros cambiaron por completo al verme tan destrozada, seguramente se imaginaban lo peor —. Por favor, cuéntanos qué pasa. — Lo primero que puedo hacer es pedir ayuda a las personas en cuales más confío, intenté respirar pero en realidad cada vez se me hacía más difícil.

— Yo... — Cerré mis ojos intentando tener algo de voluntad para no quedarme en silencio. Debía decirlo — Yo... Puede que esté embarazada.

— Mierda... Nina, si es así, estás en serios problemas.

Tres Clavos Sacan Otro Clavo [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora