19; Te Matas O Te Mato

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Pasaron dos semanas y todo iba viento en popa.
Dos semanas en las que he salido con Sam y Pedro, me encantan cada día más.
A medida que los días pasan, más me complico.
A veces creo que ya no puedo parar esto sin que ocurra algo malo, que ya debería haber sabido cuál era el indicado. Espera, eso lo pienso siempre.

Dos semanas también en las que no he escuchado de León... quizás sea para mejor. Aunque la idiota en mí se sentía algo decepcionada.

¿Qué puedo decirte? Él también comenzaba a gustarme. 

Soy de lo peor. Lo sé. Llega un momento en el que pienso en mi cabeza y me pregunto a mí misma, ¿qué más quieres?, ¿un cuarto?; ¿quinto?

Ya estoy a punto de terminar el día en la oficina, cada vez hace más frío, y no quieres saber lo que es el frío de Nueva York. Había sido un día más que agotador lleno de papeleo y de las cosas aburridas que debo hacer, como en todo rubro. 

Agarré mi largo abrigo y fui a chequear que todo anduviera en orden, Sam cada día me tenía más confianza en cualquier ámbito que te puedas imaginar. Nuestras largas conversaciones mientras trabajábamos, los cafés cargados a los que estamos acostumbrados; que para otros sería un dolor estomacal horrible. Las Dr Pepper heladas al terminar la jornada, estaba acostumbrándome a esto y mucho. A las discretas salidas los días viernes después de juntos cerrar la oficina. Todo cada día que pasaba se transformaba en rutina. 

Al igual que a mis salidas al centro comercial con Pedro, los fines de semana viendo películas sin descanso, incluso con las chicas, ellas lo adoran y él las adora a ellas. Y bueno, también se había hecho rutina pensar en qué sería de León y cuál sería su razón de no volver a hablarme.

Me encontré con Sam en el pasillo y lo acompañé a tomar un último café. Conversaba acerca de un concurso de televisión que había visto antes de dormir, hablábamos tan entusiasmados que los demás trabajadores comenzaron a observarnos. Estoy segura que ya empezaron a sospechar sobre nosotros. No era nada oficial, así que ellos no debían enterarse. Pero me gané unas cuantas enemigas por mi cercanía con el hombre al cual han intentado engatusar por años. Incluso mis colegas eran más amables conmigo cuando comenzaron a notar nuestra cercanía, lamesuelas. 

— ¿Sabes qué? — Se sentó a mi lado con una bolsa de galletas, me ofreció una, la acepté y siguió hablando —, en un mes debo viajar a California a una convención muy importante.

— ¿En serio? irás a San Diego, ¿verdad? — pregunté observando una extraña felicidad tras hablar sobre esto — A la empresa Black, en Seaport village. Una de las rutas de trabajo más conocidas era ir a esa empresa por el fin de semana. Hoteles de lujo y una linda y cálida ciudad.

— No — hizo una pausa sonriendo —, iré a Santa Barbara — ahora yo era la emocionada pero intenté disimular mi emoción lo mejor que pude, no sé que tan bien lo hice. Él sabía que lo que estaba diciendo para mí sonaba relevante. No sabía a qué iba con esto, así que dejé que hablara —. Pero lo más probable es que cancele mi participación porque sería muy aburrido y cerca de navidad... no es muy entretenido viajar solo en esas fechas, ¿no crees? Si tan sólo alguien que conociera la ciudad como la palma de su mano me acompañara para hacer del viaje algo más ameno, turístico... — se levantó y apegó su silla a la mesa — una pena, ¿no? Nada más que hacer. 

— Uy, sí. Lo lamento mucho... — sonreí levantándome también — pero no te desanimes. Creo conocer a alguien que es oriunda de Santa Barbara, que vivió la mayoría de su vida en la ciudad y que tiene varios parientes residentes.

— ¿La conozco? — Se acercó un poco más pero luego dio un paso atrás al recordar que aún estábamos en la oficina, ya la mayoría se había ido pero había que mantener algo de confidencialidad, sobretodo cordura. 

Tres Clavos Sacan Otro Clavo [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora