29

168 18 4
                                    

Dos meses pasaron desde la reconciliación, dos meses de aún no tener idea de qué hacer.

Las cosas iban bien con todos, lo que es peor. Ninguno tiene indicios de tener algún defecto.

¡Ni un sólo defecto!

Los sentimientos más hermosos que he podido sentir han sido los que he vivido con ellos, las caricias, los abrazos; momentos tan simples como ir a dormir a las nueve de la noche después de quedarnos dormidos en el sillón. Las cómplices miradas que sin palabras lo decían todo, cada una de las lágrimas que más de alguna vez uno de ellos secó y transformó en una sonrisa, sé que extrañaré mucho tenerlos a mi lado. He pensado en cuál debería elegir, llego siempre a lo mismo.

Es un martirio ¿Saldrán lastimados ellos o yo?

Todos quizás es una respuesta muy certera, y precipitada para lo que venía.

En una semana es mi cumpleaños, los veintiséis se acercan, otra vuelta al sol; como tú quieras llamarle.

Me inquieta lo rápido que pasa el tiempo últimamente, que no podemos hacer nada para detenerlo.

Que quizás no esté apreciando la vida y los pequeños momentos sin darme cuenta, ¿así que también te has sentido así?

Es algo normal, en mi caso sí me di cuenta a tiempo de que estaba perdiendo momentos maravillosos, pero no confundir la fiesta, libertad con el desenfreno que he estado viviendo los últimos meses, hay un límite.

El límite es cuando tú o un tercero sale herido, aún si piensas que lo que has estado haciendo es lo correcto.

Me desperté por un beso en mi cabeza, gruñí sonriendo y escondí mi cabeza en la almohada por lo molestos que eran los rayos del sol al despertar.

— Oye, dormilona. Ya deberías ir levantándote ¿No crees? — Sentí esa voz masculina en mi oido, acarició lentamente mi espalda y dejó besos por mi columna logrando retorcer cada fibra de mi cuerpo.

— Creo que aún no — le saqué la lengua y se lanzó encima de mí aplastándome —. ¡Hey! Estás bien pesadito, no puedo respirar.

— ¿Pesadito? Uy, si piensas eso me quedaré aquí más tiempo, podría estar así todo el día, querida.

— ¡Pedro! — Mi supuesto enojo se transformó en risas al sentirlo rebotar en mi espalda — ¡Si se me escapa un pedo es tu culpa! — Por obra de magia se levantó como un resorte. Con una mano apoyaba su cabeza y con la otra rozaba la linea de mi pecho hasta el ombligo con una semblante relajado. Era día domingo, sin mayores preocupaciones que cuál sería la cena.

— Iré a la ducha — sonrió levantándose —. No pedorrees, y espero que ya estés preparando algunas cosas para la salida, ¿ya?

— Ya. — Bufé por el hecho de pensar que debía separarme de mi hermosa cama un día domingo. Si hay algo que papá y mamá siempre me reprochaban era no salir de la cama hasta el medio día. Podía pasar horas leyendo un libro; mirando el techo escuchando los mejores hits de una radio que emitía el sonido del asco; o simplemente escribiendo, como lo hago ahora.

Un picnic en Central Park no sonaba nada mal, hace mucho tiempo no tengo contacto con la naturaleza, y lo que más extraño son las ardillas, en serio.

Salió del baño con el pelo húmedo y una toalla alrededor de su torso, se notaba frustrado, lo sabía porque hacía esa mueca que inconscientemente suele hacer cuando está enojado.

— Adiós — cortó la llamaba y me atrajo a él —. Lo lamento tanto, no podremos ir al parque hoy. Debo ir sin falta a la oficina a retirar los equipos que debí haber retirado el viernes y que torpemente olvidé. No hay problema, ¿no? Prometo que iremos muy pronto.

— Trabajo es trabajo, claro que lo entiendo. — Lo abracé y desapareció por la puerta.

Pensé en quedarme en casa y por una vez por todas no hacer nada y dejar la televisión prendida todo el día, pero realmente el casi cambio de estación está lentamente dando sus frutos y es un día hermoso y caluroso.

¿Para qué lo pasaría sola en la piscina?

Llamé a las chicas y las invité al parque. Ya tenían planes.

¿Qué le iba a hacer? Tomé la canasta y comencé a caminar, no quedaba tan cerca como me gustaría pero un poco de ejercicio nunca está demás.

Fue como si por un momento me reconectara con mi paz interior, luego entendí que eso era exactamente lo que necesitaba.

Aún no he tomado mis vacaciones, sería una perfecta oportunidad para relajarme y por una vez por todas, tomar la decisión.

Ojo, que a las chicas se les haya ocurrido ir a Las vegas después, es meramente otro rollo.

Yo intenté ir a un lugar más tranquilo pero con amigas como las mías, no hay caso.

Llegué al parque y me senté entre tanta gente a disfrutar del sándwich que Pedro había preparado.

Desconectarme de la tecnología no me funcionó mucho porque mi teléfono había vibrado y no aguantaba la intriga de saber quién podría ser.

Sam me había enviado un mensaje de texto:

Sam Walker

¿¿¿Estás???

Síp :)

¿Quieres venir a casa? Compré una nueva mesa de pool que me encantaría estrenar contigo.

Si estás dispuesto a perder, sí;)

Mmm... Ya veremos quién es el mejor. Paso por ti en media hora.

Espera no estoy en casa, jiji.

¿Dónde estás?

En el central park.

Oh genial, estoy cerca. Camina al restaurante de pizza al que fuimos la otra vez.

Okaaay, besos.


Guardé mi teléfono e hice lo que me dijo, nos encontramos y supe que él estaba a mi espalda por una canción de Usher retumbando en la radio. El trayecto fue corto o más bien, de tanto hablar se nos hizo corto.

Con Sam siempre había tema de conversación, nunca habían momentos incómodos en silencio en los que sólo quieres desaparecer. A veces, hasta el silencio en compañía de él es bueno.

— Eres muy buena, no lo negaré. ¿Lo dejamos hasta acá? — Habíamos estado jugando más de una hora.

— Claro. — Me hice a un lado y me ofreció unas deliciosas aceitunas importadas que estaban de maravilla, había preparado un mini cóctel sólo para nosotros.

— ¿Dónde vas? — Carcajeó siguiéndome lentamente, yo corrí lo más rápido que pude, pero al baño.

Gracias a Dios no se dio cuenta que he vomitado.

Tres Clavos Sacan Otro Clavo [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora