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Sí, claro que nos dimos beso de año nuevo y que fue una noche increíble. También es cierto que mientras la fiesta ocurría, Pedro me llamó para desearme un maravilloso año.

La resaca que sentí el día siguiente, no se la deseo a nadie. Tampoco bebí en exceso, pero sí Sam y yo amanecimos bailando, y el cansancio ya está llegando a mi cuerpo de casi veintiséis años.

Llegué al trabajo, hoy, dos de enero; y corrí a la cafetería de al lado, necesitaba despertar, algo que me diera energía.

Cuando entré a la oficina oficialmente era el bicho raro, tanto, que llegué a pensar que tenía algo en el rostro o que mis pantalones de Barbie ejecutiva se habían rasgado.

Claro, ahora soy la chica que está con el jefe. Es como si hubiese ascendido a vicepresidente o no sé qué tontería pasaba por sus cabezas.

Cerca de mi escritorio, a pesar de ni siquiera trabajar ahí, estaba Chelsea y unas chicas que a este punto ni recuerdo. Me miraban y susurraban entre sí. La paciencia se me estaba acabando, se reían y me miraban sin descaro.

— Hola chicas, ¿sucede algo?

— Hola, no — Chelsea respondió sonriendo —. ¿Te sucede a ti algo?

— No, nada. — Sonreí de la misma forma y me senté en mi famosa silla de escritorio. Nuevamente volvieron a cuchichear, escuchaba mi nombre y el de Sam pero no escuchaba palabras concretas.

— ¿Cierto? No sé qué le ve... — claramente escuché, no quiero armar drama así que lo dejé pasar, eso era lo que querían, que perdiera la cabeza — qué fácil es...

— ¿Es en serio? Por favor, si alguna de ustedes tiene un problema conmigo, dígamelo a la cara. No estamos en una escuela donde se hablan chismes, aquí se viene a trabajar y eso es lo que intento hace casi veinte minutos.

— Ahora que lo dices, sí; tengo un problema contigo — Chelsea dio un paso adelante y todas nos miraban nerviosas. Aguanté mucho, siempre quise e intenté ser profesional al respecto e ignorar a mis insignificantes colegas, pero ya ha sido suficiente —. Resulta que todos en esta oficina nos partimos el culo trabajando casi de sol a sol y tú te coges al jefe día por medio y vienes a tomar café, ¿en serio nos vas a decir que trabajemos?

— Bueno, eso no cualquiera lo hace. Dame méritos, mi reina — sus ojos grandes fueron los que gatillaron mi ataque de risa, no creo que esperaba esa respuesta — ¿Qué pasa?, ¿ya no serás cínica? — Arqueé una ceja expectante, otra vez no dijo una palabra — Muy bien, calladita sin hablar tanta pavadita, te ves mucho más bonita. — Palmeé sutilmente su hombro, agarré mi bolso, lentes de sol; y salí del edificio.

Sam lo entenderá, caminaré un par de cuadras, volveré, todo con tal de no partirle la cara a esa víbora en estos momentos.

El ringtone de mi teléfono que cada día odio más me hizo volver a la realidad.

— ¿Aló hablo con mi esposa?

— Sí — respondí a secas —, hola esposo.

— Hola, mi amor ¿Cómo estás, esposa?

— Muy bien, esposo ¿Y tú?

— Pues de maravilla, esposa — carcajeó —. ¿Sabes por qué? Porque hoy es mi fiesta de año nuevo, nuestra fiesta para dos de año nuevo.

— No puedo esperar, nos vemos. — Colgué y volví al trabajo. Pude trabajar a gusto y nadie se enteró de mi ausencia más que las personas que se encontraban en la oficina.

La tarde se pasó rápido y volví a casa a esperar a León, me llevó a un restaurant en Nueva Jersey.

La noche raramente estaba agradable y cálida.

— ¿Te ha gustado el trayecto en moto hasta acá?

— El más largo que hemos hecho juntos hasta el momento, es mágico, y pensar que le tenía pavor.

— Claro, pero hay que manejar con responsabilidad — habló serio  —. Ni una sola gota de alcohol.

— Entendido. — Comimos tacos y hablamos de todas las cosas que alguna vez quise hablar con él pero que no dije porque estaba muy ocupada enojándome con él.

—  ¿Si te gusto mi regalo? — Preguntó refiriéndose al ramo de flores — A mí me encantaron los accesorios para la motocicleta, muchas gracias

— ¿La verdad? Lo amé — reí negando —. Un día de estos te invitaré a tomar toda la botella de tequila, sin excepciones.

—  Vas a tener que cumplir tu palabra. — Manejó hasta una gasolinera abandonada que estaba cerca de un lago, al principio sólo fuimos a caminar a los pies del lago.

¿Pensaste que nos íbamos a bañar?
Pues no, el frío y la bronquitis son cosa seria.

Luego caminamos por la gasolinera, era algo escalofriante pero a la vez tenía algo de magia, él insistió en tomarnos fotos como los adolescentes que intentan ser cool.

— ¿Así? — Me senté en la motocicleta para la foto — ¿Por qué no dices nada?

— Es que generalmente te diría lo extremadamente atractiva que te ves — habló desconcertado —, especialmente porque estás en mi motocicleta.

— ¿Me veo muy mal? — Iba a bajarme pero me dijo que me quedara quieta, tomó una foto.

— Pienso que te ves realmente hermosa — respondió agitado, como si estuviese nervioso —, no sexy, hermosa. En serio — se acercó un poco más —, y aunque me cueste admitirlo, a pesar de haberte conocido hace, ¿dos meses? Me gustas demasiado.

— León... — Me levanté y fui a abrazarlo.

— ¿Te impresiona que tenga sentimientos también? — Me dio un corto beso.

— Siempre supe que, muy, pero muy en el fondo; sí tenías corazón. — Bromeé siguiéndole el juego. No sé cómo una cosa llevó a la otra pero sorpresivamente me tenía cargada contra la motocicleta, a unos pasos de la carretera que por suerte no estaba transitada.

Me besaba y creo que en realidad así te reciben en el cielo... en serio si hubiese tenido la oportunidad me devora ahí mismo.

Y así lo hizo, o al menos lo intentó.

— León... ¿y si nos ven? — Reí susurrando, quitó rápidamente mi camiseta y besó mi hombro, me recordó a la vez a mi primer beso con Sam, fue igual de intenso pero no sucedió nada más.

— No va a pasar nad- — no pudo terminar la palabra porque un auto nos tocó la bocina al pasar a un costado nuestro, luego mágicamente comenzaron a pasar más autos.

— ¡Mierda! — Grité nerviosa, nos subimos rápidamente a la moto y comenzó a manejar a casa.

¿Crees que esto terminó?
Intentaba ponerme la camiseta mientras la moto andaba y se voló.

— Aún no puedo detenerme — alzó la voz mientras conducía —, tendrás que esperar a que salgamos de la carretera.

— ¿¡Y que me vean todos en bragas o qué!?

— ¿Qué puedo decir? A veces la navidad tarda en llegar, pero llega.

— Me bajó un ataque de risa, analizando la situación, qué manera de perder la dignidad ese día. Figuraba abrazando su espalda, muerta de frio, y no te imaginas el resfrío al día siguiente. Abrían sus ventanas y me gritaban o chiflaban, no me quedó más que tomarlo con humor.

Cuando por fin pudo detenerse me entregó su chaqueta.

— Gracias. — Agradecí tiritando.

— Qué hermosa vista... no, gracias a ti. — Sonrió burlándose.

Ya mucho más tranquila llegamos a casa, me fue a dejar a la puerta sin antes besarme.

— Gracias... esta sí que ha sido toda una experiencia que voy a recordar. — Dije dándole un último beso entre risas, la expresión del rostro de León cambió por completo.

Cómo no reconocí su auto al frente de la acera, cómo no vi que se acercaba a mí.

— Vine a darte una sorpresa pero que la sorpresa me la acabas de dar tú. — Cómo todo se me escapó de las manos.

Tres Clavos Sacan Otro Clavo [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora