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Me dolió mucho lo que dijo, porque al igual que todas las veces, lo que decía era verdad.

No había manera de escapar, de volver al pasado o intentar arreglar el gran lío en el que me he metido.

O peor aún, ¿lo quiero lo suficiente?

¿Quiero a alguno de ellos lo suficiente?

Quizás esto sí era un concurso, quizás mañana tenga un favorito y alguno de ellos se vaya a casa solo.

Estaba tan confundida, tan enojada conmigo misma. Sabía lo que estaba haciendo, ya soy una adulta, no una niñita que recién va por su primer novio.
Debería haber sabido que esto se complicaría, debí haber pensado en alguien más que mí misma. La culpa me carcome, y ni siquiera te contaré cómo me sentí después. Porque no, esto no para acá, ni pronto.

Inexplicablemente pensé que no les hacía daño si sabían al respecto.

Jugué con su orgullo, con sus autoestimas.

Ahora, con el pasar de los años, con un par de críos maravillosos, más sabia (por todos los errores que he cometido),

sé que me convertí en lo que odié con todo el alma por años; ella.

Lloré hasta dormir y con un gran vacío en mi corazón. Pensando qué estaría sintiendo él en estos momentos. ¿Habrá logrado conciliar el sueño? ¿Estará triste?

La respuesta es obvia, todo parecía ir tan bien, lo peor que pude haber hecho fue haberle escondido lo de Pedro, quizás o lo más probable es que esté mejor sin mí de todas maneras. ¿Quién va a querer a alguien como yo?, ¿alguien que no es capaz de quererte al cien por ciento?

Me desperté muy temprano con los ojos más hinchados que nunca, me di una ducha fría y fui al comedor a beber algo de té. Decidí que debería darle espacio y acercarme cuando él se acercara. El problema es que no lo ha hecho y son las nueve de la mañana, deberíamos ir a una reunión ahora.

¿Se habrá quedado dormido?, o peor, ¿se habrá ido sin mí?

— Hola... — Sentí su voz a mi espalda mientras intentaba entrar a mi habitación.

— Sam... — lo miré apenada, él me miraba sin expresión alguna — deberíamos estar en una reunión en estos momentos.

— La corrieron para las diez y media, podemos ir a desayunar si quieres.

— Eso estaría bien. — Lo seguí en silencio, la tensión podía cortarse con un cuchillo. Para qué hablar de lo nerviosa que estaba, mis manos temblaban y sudaban, me tropecé tres veces sólo bajando las escaleras y él no emitía ni una sola palabra. Nos sentamos en una mesa algo apartada de los demás.

— Ya, no puedo más. No puedo enojarme contigo. Sé que no tienes malos sentimientos, he decidido olvidar por ahora lo que ha pasado, ya que estamos acá, solos, y nochebuena es pasado mañana — lo miré feliz, sonreí levemente. mi comportamiento o el hecho que por ahora perdonara todo esto no es motivo de celebración —. Hey.

— ¿Q-Qué? — Apenas pude decir.

— Acércate a mí — hice exactamente lo que dijo y me envolvió en un cálido abrazo, sentí lentamente que me volvía el alma al cuerpo —, disfrutemos el momento. Sólo te pido que de ahora en adelante seas completamente honesta conmigo. No más mentiras piadosas, por más que duela, sólo dilo. — Entrelazó nuestros dedos uno por uno juntando nuestras frentes.

— Lo prometo, ya no más mentiras. — Lo besé tranquilizándome. Sus ojos me miraban con tanto amor, su piel me llevaba a sentir los sentimientos más bonitos. Es tan raro, los tres me hacen sentir de forma diferente. Con Sam me siento tan llena de luz, como si por un momento brilláramos y el planeta fuera nuestro. León me vuelve loca y me hace actuar tan... borde, me da coraje a decir y hacer lo que siento y eso me gusta, porque hubo un tiempo que rara vez lo hacía. Por otro lado Pedro me hace sentir tan querida, tan en casa. Él es mi pequeño Santa Barbara en Nueva York, me da esa sensación de tranquilidad y cariño que siento cada vez que estoy acá.

Tres Clavos Sacan Otro Clavo [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora