12; Cállame O Te Callo

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— Tú qué crees... — alcé una ceja y vi la seriedad en sus ojos. No sé si fue el nerviosismo que me producía estar con él en medio de la nada, o lo tragicómico de la situación pero comencé a reír, tan fuerte que logré que su mal humor se esfumara y terminara riendo igual o peor que yo. Seguía pensando en el destino, en que no existen las casualidades y por algo nos hemos quedado varados lejos de todo. ¿Qué me querría decir la vida?

Si Brie estuviese conmigo diría:

"La vida quiere que lo folles"

Y es que ya no se qué pensar, mucho menos qué decir. Evité su mirada por unos segundos e intenté romper el silencio.

— No sé qué podríamos hacer, ¿tienes sueño? — Uf, qué cosas podríamos hacer... Ay, no. Mis amigas me están influenciando demasiado.

— No todavía, pero veo que tendremos que dormir acá. — Me bajé del auto y comencé a caminar por el lugar. Todo era pastizal, sólo estaba el restaurante que ya cerró y la nada misma. Sentía su mirada y mis manos comenzaron a temblar. Había cierta brisa, algo raro en el aire esa noche. No podría exactamente describirlo, pero era un lindo sentimiento.

— Ven — tomó mi mano y se acostó en el capó del carro. Hice lo mismo. El cielo estaba completamente despejado, muy perfecto para ser verdad, que esto, sea verdad —, ¿por qué tenemos la costumbre de que sucedan imprevistos cuando estamos juntos? – Dijo casi en un susurro, jamás soltó mi mano, es más, la acariciaba. ¿Mi corazón? A mil por hora. Su perfume comenzaba a embriagarme y no quería que esa sensación acabara nunca, tenerlo cerca.

— ¿Estás diciendo que te doy mala suerte?

— No, no es eso. — Esbozó una sonrisa negando con la cabeza.

— No te juntes conmigo, mañana En boga podría estar en quiebra — exageré —, o podrías estar en peligro.

— ¿Qué puedo decir? Hay ciertos riesgos que tú solamente debes tomar y ya — Mirábamos fijamente las estrellas, se formó un silencio agradable, estábamos en silencio, pero nuestras mentes sí que hablaban completamente en sintonía —. Debo decir que mi vida ha dejado de ser tan monótona y llevas sólo... ¿una semana trabajando en la editorial?

— ¿Qué puedo decir? El efecto Moore. — Me encogí de hombros. Solté una carcajada.

— Uy lo que tienes de loca, lo tienes de modesta. — Bufó mientras con un brazo acomodaba su cabeza y con el otro seguía acariciando mi mano. Permanecimos unos segundos más en silencio y luego habló — ¿Crees que hayan muchos ratones por acá?

— Callado, Walker. — Ordené muerta de miedo por la nueva preocupación que agregó a mi pobre conciencia. Luego entendí que empecé una guerra que no podría terminar.

— ¿Me vas a hacer callar? — Preguntó riendo soberbio —; ten la decencia de ser educada con tu jefe.

— Sí, quiero que te calles... — susurré sumisa. Seguía mirando las estrellas, pero sentía su mirada en mí todo el tiempo — no me importa si eres la reina de Inglaterra.

— ¿Y cómo lograrás callarme? — Delicadamente, aún con su mano en la mía, me atrajo más hacia él. Hace algo de frío, pero no quería entrar al auto, era tan relajante por una vez; parar el mundo aunque sea por unos minutos. Éramos él, yo; y el cielo. Entre nosotros mucha energía, conexión. Esa que no todos pueden percibir, sí que era bonita.

— Yo, pues... no lo sé. — Reí. Él no lo hizo, me contemplaba, llevaba sus ojos a mi pelo; por todo mi rostro, para terminar en mis labios.

— Cállame o te callo. — Me quedé helada. El corazón me saldría por la boca. Solté su mano. Posicioné mis manos en su pecho, esta vez mirándolo directamente.

Tres Clavos Sacan Otro Clavo [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora