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— Negativo. No estoy embarazada. — Las chicas saltaban de felicidad pero me quedé petrificada, desconcertada.

— ¿No estás feliz? — Brie celebró. Mis ojos no tardaron en aguarse. Asentí con la cabeza.

Lo sé, llámame estúpida. No sé por qué estoy un poco desilusionada o triste. Y eso es ridículo porque me he quitado un gran problema de encima. Si estuviese embarazada ni siquiera sabría quién es el padre. No puedo evitar tener sentimientos encontrados, esa es la verdad.

La explicación más certera, según mi psiquiatra, posterior a toda esta historia; fueron los nervios y ansiedad los que causaron los vómitos y cambio de apetito.

También llevaba unas semanas de prueba con las nuevas pastillas anticonceptivas que me recetó el doctor.

— Te conozco. Te conocemos. — Sarah posó su mano en mi hombro dándome apoyo.

— Es que soy una idiota — reí entre lágrimas. No era una risa de alegría. Era una rosa amarga —, ¿por qué estoy triste? Ese hubiese sido un problema gigante.

— Te hiciste la idea de algo que has proyectado desde los doce años. Por eso te sientes así. — Sarah me miraba con compasión. Brie estaba en su mundo, como si esto le trajera recuerdos. Y te aseguro que lo hace.

— Entiendo tu sentimiento — tragó saliva intentando contener las lágrimas. Lo que no muchos sabían, Brie sufrió un aborto instantáneo hace un par de años con su novio de entonces. El bebé no fue planeado pero ella estaba más que dispuesta a recibirlo como fruto del amor que tenía con su novio de toda una vida. Lo perdió. Estuvo muy mal y claramente no la culpo. Su relación se complicó y eso gatilló que llegara a su fin —. Todo a su tiempo, Nina. Algún día serás madre. Con el hombre correcto en el momento correcto.

— Gracias — Las dos me envolvieron en un abrazo y pensé en lo agradecida que estaba de tener amigas como ellas —. ¡Pero no nos centremos en esto! Estamos en Las Vegas, por todos los cielos — Reí lavando mi rostro. Nuestro maquillaje estaba más que arruinado así que nos arreglamos para volver a salir. Las primeras dos horas no dejé de pensar en lo sucedido, luego por fin los malos pensamientos dejaron mi cabeza.

Recorrimos la ciudad, centros comerciales. Ya con varios tragos cada una, nos instalamos en el mejor casino del lugar.

No debía apostar. Pero un juego inocente no le haría daño a nadie, ¿cierto? Sólo hay que saber cuando dar un paso atrás y detenerse a tiempo.

Eso es lo que hice, después de ganar mil dólares.

Después de todo creo que haber venido no fue tan mala idea. Apenas eran las doce recibí llamadas de Pedro, Sam y León.

Un chico muy apuesto quería conversar conmigo en el bar, yo estaba lo suficiente borracha para hacerlo y lo hice. Aunque ahora que lo pienso, no quizás como él quería que lo hiciera, lloré en sus brazos. Pobre chico.

— ¿Entonces? Dices que has estado saliendo con ellos a la vez... ¿Por más de cuatro meses?

— No es que me enorgullezca, pero sí. Hoy es mi cumpleaños, bueno, mañana. — Pedí otra ronda de shots al recordar lo buenos hombres que eran. Me tomé dos al hilo.

— ¿Y en cuál has pensado? — Preguntó bebiendo su martini. Mostrando interés en la conversación e historia de vida.

— No tengo ni la menor idea. No lo he hecho, ese es el problema.

— Vaya... Complicado — se quedó pensando —. Debe haber uno que te revuelva el estómago más que otro.

— Siempre que pienso eso, llega León o Sam y arruina todo.

— ¿Sí escuché bien? Pedro entonces es tu favorito.

— No, no he dicho eso.

— Pero acabas de decirlo.

— Bueno, no es así. Estoy borracha. Pienso en los tres a todas horas y disfruto mucho la compañía de cada uno de ellos.

— Por favor no vayas a hacer como en un libro y digas "Oh, me elijo a mí" Mira que eso ya está muy visto — carcajeó terminando su bebida —. Pensar que quería coquetear contigo — se levantó de su asiento sonriendo —, mucha suerte. Ya verás que todo saldrá bien.

— Gracias. ¿Mick?

— Sí. Adiós, Nina. — Desapareció entre la gente y minutos después aparecieron las chicas aún más borrachas que yo.

Ese día terminó ahí. Era temprano. Pero casi estábamos en el piso.

Me desperté por estas dos amiguitas que tengo saltando en la cama con una torta y una llamada. Eran mamá y papá. Lizzie también se entrometió en la llamada hablando de lo mucho que me extrañaba y cómo aprendió a mandar por email los dibujos que hacía en su Ipad. Cada vez faltaba menos para volver a vernos, no podía esperar.

Bajamos a tomar desayuno. La resaca horrible, sentía que aún estaba borracha.

Nada que un café pudiera arreglar, al parecer.

— No extraño el frío de Nueva York para nada. — Sarah, la que se encontraba en mejores condiciones, había traído desayuno para todas a la mesa.

— Yo tampoco — Brie se encogió de hombros —. Tengo el presentimiento de que este cumpleaños será el mejor que hayas tenido en toda tu vida.

— También lo creo, Lo que sí, necesito controlar lo que bebo. Planeo recordar este viaje.

Anoche sí me había pasado con las copas, shots y mojitos.

Me entusiasmé con la idea de, por un momento, olvidar mi ubicación en la faz de la tierra.

Sí que me emborraché. Como había dicho, seguía con ciertos efectos de todo lo que bebí la noche anterior.

Tan borracha que ahora mismo estaba viendo doble... O más bien triple.

— Sí. También creo que deberíamos beber menos hoy.

— Lo sé. Esto ya no puede ser — reí —. Estoy alucinando. Acabo de ver a Pedro, León y Sam hablando en el lobby mirando a nuestra dirección. — Suspiré tranquilizándome al sólo ser una alucinación.

— Creo que yo también estoy alucinando — Brie carraspeó su garganta —, porque también los estoy viendo.

Tres Clavos Sacan Otro Clavo [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora