Ayuda.

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Es increíble lo lento que pasa el tiempo cuando quiero que pase rápido. Y peor aún si estoy en compañía de bastardos que en  lo único que son buenos es en el arte de fastidiarme la vida.

Mi estadía aquí ha sido estresante, y tengo que pensar dos veces antes de actuar, un paso mal dado y puede que no vea más a Andrea o se presenten más problemáticas que, de verdad, no estoy interesado en resolver.

Solo quiero sacar a mi pequeña de aquí.

La noche reinó a mi alrededor. Se escuchan más gritos y alaridos. Son como el sonido de los grillos es la tierra, algo totalmente normal. Lo único que he hecho en este corto tiempo que llevo en casa es pensar. Siento que he matado la mitad de las neuronas que tengo de tanto darle vueltas a la cabeza. Y agradezco no ser humano, de lo contrario ya hubiera muerto de cáncer pulmonar o de bronquitis.

Volví al jardín, buen sitio para despejar la mente.

Pero creo que ya no es tan buen lugar...

¿El motivo? El bastado maricón ya está en el.

Intenté devolverme por donde vine, pero me vió... ¿Por qué a mí?

-¿A dónde crees que vas, corazón?- Dijo con notoria "alegría". Me dedicó una sonrisa coqueta que solo pude responder con un gesto de asco.

-A mi cuarto. - Respondí lo más rápido que pude.

-...- Sentí una leve corriente  de aire que pegó en mi brazo derecho. - No mientas.

Dijo atravesándose en mi camino de regreso a dentro

-¿Es mucho pedir que disfrutes esta linda noche conmigo? - Siguió el cochino.

-Si. - Respondí tajante.

-Insisto, Samael. Hablemos. - Sonrió casi en una súplica.

Pero maldita sea, definitivamente solo tengo que decir algo... ¿Por qué a mí?

Por primera vez en mi vida aceptaré una petición en la que, probablemente, el que salga violado sea yo.

-... - Lo miré aplanando los labios y, luego de rodar los ojos, cambié la dirección de mis pasos.

-¡Si! - Juro por Belcebú que acaba de gritar como niña. Si tan solo pudiera matarlo.

Que asco.

Los dos nos detuvimos en un banquito que se encontraba alejado de la puerta del palacio. Puedo decir que es el lugar más tranquilo de todo el jardín.

Me senté y no pude evitar suspirar de cansancio.

-Ya tú cuerpo no da para más. - Se burló Ose.

-... - Lo miré maldiciéndolo por dentro.

- Mal chiste. - Se calló al instante. Luego de unos segundos de silencio, volvió a abrir la boca. - Tenía mucho tiempo sin verte... Has crecido demasiado. - Su gesto transmitió cierta nostalgia.

-Lo mismo digo, hasta arrugas te salieron.

Su boca se abrió al igual que sus ojos.

-¡¿De verdad?! ¡No juegues con eso, Samael! - Gritó ofendido mientras se tocaba el rostro.

-De verdad.

-Maldito seas. - Dijo refunfuñando.

-Gracias.

El silencio se volvió incómodo luego de mi última palabra. Tan incómodo que me obligó a hablar.

-¿Por qué volviste? - Le pregunté mirando al cielo.

Mi amigo el demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora