Pasé el resto del día con Martina. Samael no se dignó a aparecer. Ni idea de dónde carajo está.
Puse al día a mi amiga, le comenté que ya somos novios oficiales y todo el dilema de que Samael será el sucesor de Belcebú… Sobre las clases particulares que imparte Ose y bla, bla, bla.
- ¡Ese demonio estúpido también me cae malísimo! – Me dijo refiriéndose a Ose. – Ok, si no fuera por él, Andrea, quizás me hubieras encontrado por aquí pero no exactamente viva.
También me explicó con todo lujo de detalles lo que pasó luego de que me raptaran. Pequeños detalles que Samael omitió…
- ¡Te juro por mi abuelita que me soltó a no sé cuántos metros del piso! – Me explicó enfurecida. – Respeto tu relación y siempre lo haré, pero de verdad, amiga, mantendré distancia con ese ser.
- ¿Qué le estabas haciendo en ese momento? – Pregunté riendo. Conozco lo insoportable que puede llegar a ser esta niña a veces.
-… - Se puso un poco triste. Bueno, un poco bastante, incluso evitó el contacto visual conmigo. – Solo intentaba ayudar.
-… - Reí enternecida.
-Verás, no es muy bonito que lleguen dos demonios y se lleven a tu mejor amiga, así como así. – Espetó. – Y tampoco me pensaba quedar allá en tu casa sin hacer nada… Aunque, bueno, tampoco hice mucho para ayudarte y ¡Lo siento mucho! – Sus ojos se cristalizaron. – Pero quería al menos saber que estabas bien… Y la única forma era venir hasta aquí… De verdad lo siento, Andrea.
Ya casi ni le entendía lo que decía. Estaba llorando.
-Tranquilízate, tonta… - La abracé en un intento por calmarla.
- ¡No, Andrea, no! – Se limpiaba las lágrimas con rabia. – Si nunca hubiéramos pedido la Ouija, estuviéramos en casa comiendo helado… - Seguía llorando.
-Aquí también puedes comer helado. – La animé.
- ¡No entiendes, desgraciada, no entiendes! – Se lamentaba cada vez más. – Discúlpame por todo Andrea, en serio…
-No podías hacer nada de todas formas… Eras tú, contra unos demonios locos… Y casi mueres en el intento de ayudar… - Exploté en carcajadas. Al momento intenté tranquilizarme. – ¡Pero mírate! Aquí estás estúpida… Viste a la muerte de cerca y le sacaste el dedo del medio. Y como castigo ahora estás aquí en el infierno conmigo.
Intenté consolarla, pero creo que lo empeoré.
-A ver, imbécil, cállate ya pues… Te vas a secar. – Regañé harta de su llanto.
- ¡Discúlpame, discúlpame! – Se le estaban saliendo los mocos. – Pensé que te perdería… Y quería pedirte perdón por las veces que me comporté mal contigo… ¡Sé que soy insoportable, no sé cómo has aguantado tanto siendo mi amiga! – Lloraba más fuerte y casi me saca el aire con su abrazo.
-Sé que en el fondo eres buena, Martina. – Reí. – Pero, cállate, chama… Es en serio.
-Está bien, está bien… - Limpió su rostro e intentó calmarse.
Me reí un rato más por su comportamiento, y volví a hablar.
- ¿Quieres bajar a la cocina? – Pregunté para que saliera del cuarto un rato. Debe tener el cuerpo entumecido. Ya es de noche y no ha salido ni un momento porque “si se encuentra a algún demonio, le rezará un padre nuestro en la cara” … Tampoco puede esconderse por siempre.
Además, es un lugar muy bonito como para estar encerrado en una habitación. ¡Es nuestra primera visita al infierno! Debe ser inolvidable, y también debe disfrutar al menos un poco.
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Mi amigo el demonio
Paranormal-AAHHHHHHH! UN FANTASMA! -Corrección, un demonio... -AAHHHHHHH! UN DEMONIO! -Un gusto conocerte!