23~Una Corazonada.

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Minutos antes Demián había estado cuestionando a un grupo de empleados sobre el paradero de sus hermanos debido a que no los veía desde el día anterior y según sus cálculos no habían llegado ni a dormir.

"Ya sabes como son los otros patrones, señor Demián. No les gusta dar pelos ni señales de a donde van"

"Al señor Dionisio lo vi salir ayer en la tarde como arma que lleva el diablo y desde entonces no ha regresado"

"Por su parte el señor Atilio se le vio salir, con esta...una de las gemelas Chavero"

Esas fueron las respuestas de la gran mayoría de trabajadores dinámicos de la edificación Ferrer.

Con prominente suspiro, se abstuvo de seguir preguntando. Se despidió de los hombres de manera maquinal. Ordinaria tal vez. Como pudo, disimuló que había estado llorando en la soledad de su habitación. Desde que había hallado la foto de su Cristina no hacía más que contemplarla y adorarla como una valiosa fortuna, de la cual había sido exiliado hacía veinte años.

Veinte años en los que nunca había logrado reponerse a tan funesta pérdida, desde entonces su existencia había quedado moldeada de sinsabor y rencor.

Demián no se podía quedar como un poseso del desconsuelo en su habitación, mientras tenía una vida afuera. Tal vez teñida por la amargura; pero vida al fin. Ojalá tuviera la capacidad de exorcizar su corazón y ahuyentar los restos de amor que aún respiraban en cada latido.

Abstraído en sus propios razonamientos caminó hacia el portón que daba entrada y salida a la mansión. Allí lo esperaba un auto que lo llevaría a su destino. Caminaba un poco despistado, pensando en todo y en nada, cuando la vio bajarse de un taxi, cual una utopía, llevaba una maleta de mano que no tardó en apoyar en suelo con semblante de agotamiento, minutos después de que el transporte se retirara dejándola totalmente desamparada en aquella calle.

Su reacción al verla fue lo más semejante a un puñetazo en el estómago que le cortó el respirar.

-Cristina...

Fueron las primeras palabras que recibió la morena cuando intentó huir, claramente fracasando en el intento. La vio quedarse pasmada. Llevaba un lindo vestido floreado bastante veraniego y colorido, muy distinto a como usualmente la veía vestir. Casi siempre llevaba un trozo de tela negra de lo más normal que la hacía ver como una mujer más seria y honorable. Su cabello lo traía reunido en una coleta a excepción de algunos flequillos que se escurrían por su frente.

Hermosa, así se miraba.

Cuando Cristina logró voltearse y mirarlo a lo ojos, su corazón latió con fuerza, no esperaba encontrarlo tan pronto.

-Demián - contestó con voz desfallecida. Deseó que todo eso no fuese más que una temible pesadilla, más no lo era.

Ese momento era real...tan real como la opresión que crecía cada vez más en la boca de su estómago.

-¿Por qué decidiste regresar? – se acercó a paso amenazante.

-¿Perdón?

-No te hagas la desentendida, me entendiste perfectamente. Te fuiste y ahora regresaste – hizo una pequeña pausa. En ese corto lapso de tiempo se dedicaron a mirarse y a buscar en sus miradas algunas respuestas, sin embargo; no hallaron más que nuevas preguntas - ¿Con que fin regresaste a México? – reiteró, guardándose ambas manos en cada uno de los bolsillos de su pantalón de vestir.

-En ese caso no te debo ninguna explicación, Demián – le contestó airada – Recuerda que ya no trabajo para ti y no tengo por qué estar guardándote respeto. Mucho menos un respeto que visiblemente no es mutuo.

El rostro del mal (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora