1~Génesis

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La molesta alarma del despertador a su costado comenzó a sonar indicando la llegada de un nuevo día. Con el humor de los mil demonio ladeó la mano contra aquel fastidioso artefacto silenciandolo de una buena vez. Después de unos minutos de rodar sobre la cama de forma perezosa, miró la hora que marcaban aquellas molestas manecillas que no dejaban de zumbar de forma silenciosa la melodía del ¡Tic! ¡Toc!

Eran las seis y media de la mañana, ya ni recordaba que hacía levantada tan temprano un sábado cuando apenas salía el sol. Fue hasta sentir un agudo gritito y el sonido de un recipiente lumínico golpear con estridencia el suelo.

Rápidamente con el corazón latiendole a mil por horas retiró las sábanas de su cuerpo sacando a la luz una pintoresca pijama con motivos de arcoiris. Un respingo salió de sus labios resecos al poner sus albinos pies en el gélido suelo bajo ella.

. . .

-¿Buenos días Chavero?

-Victoria ¿Crees que estas son horas de levantarte? Ayer quedamos en poner el despertador para las cinco y media, pero como siempre haces lo que te plazca—se queja la morena mujer limpiando el suelo manchado de una especie de mezcla.

-Ay ya Chavero deja de quejarte. Ya estoy despierta que es lo importante ¿no?

-En primera Refugio...me llamo Refugio, no Chavero y en segunda acaba de alistarte que nos espera un día largo. El pedido es para las cuatro de la tarde y para completar la mezcla que ya tenía preparada se me acaba de derramar completa.

-Ya veo...—dice recostada a la pared mientras bebía de una caja de jugo de manzana—¿No haz sabido nada de Cristina? Desde antier no hablamos.

-No, debe de estar ocupada en su trabajo—Victoria suspira pesadamente pesando en la buena vida que tenía la tercera de las trillizas.

-Me arrepiento no haber estudiado con Cristina...ahora mírame...terminé como tú...siendo una simple dulcera—camina hasta el mesón cerca de ella donde deposita la caja de jugo vacía—Ahora regreso—sale con fastidio de la cocina.

-Victoria...

Refugio estaba muy consciente que la vida que tenían no era la mejor. Pero al menos eran dueñas de un techo donde vivir, mujeres de bien, que se ganaban el dinero por su propio sudor, no a costa de maridos multimillonarios o bailando en antros nocturnos.

De repente su celular comenzó a sonar indicando la entrada de una llamada.

-¿Bueno?

-¿Hermanita cómo estás?—dice la fémina voz del otro lado del aparato.

-¡Cristina! Que alegría escucharte. Estoy bien ¿Y tú corazón?

-Aquí practicando tú sabes, día y noche prácticamente ¿Victoria?

-Acaba de subir a cambiarse, hoy tenemos un encargo muy importante para las cuatro de la tarde pero como siempre a tu adorada hermana se le pegaron la sábanas—ríen en conjunto.

-Debo una disculpa, pero no logré contactar ayer con ustedes porque andaba con el presidente de acá de uno de los distritos de New York en un congreso...¡aburridisimo por cierto!

-Me alegra muñeca que estés bien.

De repente se escuchó como alguien a lo lejos gritaba el nombre de «Cristina»

-Debo de cortar Refugio mi jefe me está llamando, dile a Victoria que más tarde la llamo a ella.

-Está bien y por favor cuídate mucho sabes que lo que haces no es nada seguro.

-Tranquila...besos mi hermana.

Tras cortar la llamada Refugio se llevó sus manos al corazón, extrañaba mucho a Cristina hacía meses que no se veían. Mucho tiempo para ellas que habían permanecido casi toda la vida juntas, más sabía que el trabajo que esta ejercía era así de riguroso y severo.

El rostro del mal (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora