Epílogo

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Cuatro años después...

-¡Papito, despierta!

-Déjame dormir un rato más, es temprano Génesis – dijo mirando a la pequeña de seis años que estaba prácticamente encima de sí. Dionisio adquiría en la cama una posición de costado con los brazos extendidos hacia el frente, en ángulo recto con el cuerpo.

-Pero si ya es hora.

-¿Por qué tienes tanta prisa hoy, mi amor?

-Porque hoy es su primer día de colegio, ¿no lo recuerdas?

Profirió una Refugio quien venía de entrada y había alcanzado a escuchar los últimos parlamentos de la conversación que llevaban a cabo padre e hija.

-¡Maldición!

Dionisio se levantó de la cama lo más rápido posible, no sin antes darle un beso de buenos días a Génesis y a Refugio. Pronto se encerró en el baño de una sola zancada. ¿Cómo había podido olvidar algo así? Llevaban días planeando ese día, yendo a las tiendas a comprar los utensilios escolares pertinentes; que si la mochila, los zapatos, los lapiceros de colores, los pegamentos, las plastilinas no tóxicas...

-¡Mamá Cuquita! – grito Génesis, corriendo en dirección a sus brazos. Refugio la levantó en el aire y surtió sus mejillas rosáceas de azucarados besos. La pequeña vestía una pijama de Minie Mouse y llevaba su dadivosa cabellera desatada – ¿Y mis hermanitos?

Esos eran los gemelos, Denisse y Dionisio Junior, así, de ese modo, los habían educado Refugio y Dionisio con el transitar de los años. Aún cuando Génesis no era hija biológica de ninguno de los dos, jamás habían presentado diferencias entre las tres criaturas con respecto a ese asunto.

Los tres eran sus hijos y tema zanjado.

-Aún duermen. ¿Qué te parece si mientras tanto, tú y yo, bajamos a desayunar en lo que papá se termina de alistar? – con el extremo de su dedo índice dio un leve toque a su nariz. La niña se echó a reír.

-Está bien. ¿Sabes cuando mi abuelita y mi mamá regresan de su viaje?

Refugio asintió y dijo:

-Mañana. ¿Las extrañas?

-Sí, mucho. ¿Puedo contarte un secreto?

-El que quieras mi gotita de miel. Siempre te he dicho que puedes confiar en mí.

Entretanto caminaban en dirección a la cocina. Génesis se acercó al oído de la morena y a modo de susurro le confesó:

-Ayer mientras mis hermanitos, mis primitos y yo, jugábamos en la habitación del abuelito Demián, lo vi llorar por mi abuelita. Yo creo que él también la extraña.

Refugio lanzó un suspiro.

-¿El resto de los niños lo vieron?

-No, sólo yo. Después les propuse irnos a jugar a mi habitación. Creo que el abuelo quería estar solo.

Refugio le dio un beso en la mejilla a Génesis y la abrazó:

-Eres una niña muy inteligente y te amo.

-Yo también te amo, mamá Cuquita.

Ya una vez en la mesa, puesto el desayuno, subieron nuevamente a la habitación para que la niña se colocara el uniforme. Un hermoso vestido azul marino.

-Déjame y te ayudo, mi gotita de miel.

Puso su vestido, la ayudó con las medias blancas y sus zapatitos negros. En el cabello le hizo unas coletas ataviadas por dos hermosos lazos del mismo tono del uniforme. Bajaron las escaleras los tres, pues, Dionisio ya se había unido a ellas. Cargaba a Génesis sobre su espalda aparentando ser un unicornio de color arcoíris. Se sentaron a la mesa, la niña devoró su desayuno, mientras Refugio subió nuevamente a supervisar a los gemelos. Quienes por cierto seguían dormidos.

El rostro del mal (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora