Victoria cortó la llamada con Atilio, le comentó que tenía una reunión muy importante en su trabajo a la que tenía que asistir, pues era de carácter obligatorio. Claramente estaba mintiendo. Desde hacía dos noches atrás venía proponiéndose la posibilidad de renunciar a su trabajo como bailarina erótica y esa mañana, luego de tanto meditarlo, por fin se había decidido a dar el paso enfrente.Al salir del hotel, un frío implacable le izó cada poro de su piel. Miró a la redonda de la carretera y vio una cuantía de autos estacionados.
Ni uno era taxi.
Resopló.
-¡Ni un maldito taxi! ¿Qué se supone que hacen lo taxista un viernes en la mañana? – refunfuñando sacó su teléfono celular y antes de que pudiera solicitar un taxi por la aplicación: "Mi Taxi". Un auto blanco y rosado de la misma cadena, se le estacionó justo al frente – Al menos alguien si tiene deseos de laborar hoy – volteó los ojos y liberando una exagerada bocanada de aire, guardó su teléfono celular, seguidamente se subió al vehículo de dominio público.
-¿A dónde desea ir la señorita? – preguntó el conductor avizorándola por el pequeño espejo que colgaba del cristal delantero.
-Al club "El Chicago" por favor.
El hombre de piel tostada y mirada castaña construyó una mueca de confusión en su semblante. Victoria de repente se sintió avergonzada y declinando su mirada hacia la ventanilla susurró un escueto:
-¿Qué le sorprende?
El aludido hizo un gesto negativo con la cabeza. Se había dado cuenta de que ella estaba pálida y avergonzada, se aferraba a su cartera de mano sin querer soltarla y en su mirada además de bochorno, había pesadumbre. Y desesperación.
-La verdad es que nada señorita – le lanzó una sonrisa exánime, que aunque no anuló la pena que sentía Victoria. Por lo menos la decoloró.
Ella le devolvió la sonrisa y luego partieron rumbo a su destino.
Casi no prestó atención al caótico tráfico de las diferentes calles de la ciudad. Era como si el mundo aledaño hubiese dejado de existir. Sus ojos observaban cada casa, cada persona o cada centro de trabajo que dejaba detrás, sin embargo; sus pensamientos estaban envueltos en aquella ocasión de hacía dos días atrás. Cuando hizo el amor con Atilio.
Sentimientos encontrados la carcomían al recordar como se habían dado las cosas. Cada caricia, cada beso, cada "Te quiero". Una sonrisa amarga se hizo en sus labios. No quería ni imaginar la reacción de Atilio si se llegara a enterar de que ella trabajaba de bailarina, alimentando el apetito sexual de una masa colosal de hombres ebrios.
"Jamás te lo perdonaría", se repetía una y otra vez. Todo le resultaba muy difícil. No quería perder a Atilio, tampoco que se desilusionara de ella. Por eso aquella noche donde se entregaron más que en cuerpo; en alma. Había tomado la decisión de renunciar a lo que por desesperación había aceptado sin detenerse a estudiar los pros y los contras que dicho empleo podía aportar a su vida.
Cuando llegó al destino programado sintió un fuerte golpazo en la pared de su estómago. Era el temor queriendo remplazar a la valentía.
Después de pagarle al taxista sus servicios, tomó el camino que la llevaría a la oficina de Doroteo Martínez. Al llegar, dos hombres completamente vestidos de negro la recibieron y antes de dejarla pasar al interior realizaron una consulta que tan solo segundos después fue aprobada.
-Hola, Victoria, no esperaba verte hoy viernes en la mañana por estos lares. Tu trabajo es en la noche – dijo Doroteo con arrogancia, ajeno a las verdaderas intenciones de la morena.
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El rostro del mal (Finalizada)
FanfictionLa vida no te da a las personas que tú quieres, sino te da a las personas que necesitas. Estas personas a veces te ayudarán, a veces te "lastimarán"; a veces te abandonarán, a veces te amarán...pero sobre todo, te ayudarán a convertirte en la person...