Salían del consultorio, Refugio se sentía furiosa y avergonzada. Pésima combinación.Dionisio retomó la palabra.
-¿No piensas hablarme, Refugio?
Iban de camino al estacionamiento. Refugio por estar un poco molesta, llevaba unos pasos de ventaja.
-Sí, pero no aquí en el hospital. Eres un impresentable – se le coló un aire extraño al pecho y sintió frío. De todas maneras, ella era una mujer de poco rectificar cuando tenía la razón. No pidió disculpas.
-¿Un impresentable? ¿A qué te refieres? ¡Te recuerdo que no fuiste tú quien me vio tan cerquita de otra mujer!
Refugio detuvo su marcha y se acercó a él que había reiterado su acción. Susurró en un tono de voz escocido, iracundo.
-Quizás, pero el punto aquí es que yo, no estaba hacían do absolutamente nada. Te noto muy tenso, Dionisio. Y por favor ya, que no quiero más escándalos aquí en el hospital. Suficiente tuve con el de ahorita. Julián y yo somos compañeros y nada más. Pero si tu no lo puedes aceptar es muy tu problema – esperó una respuesta del hombre, y como no hubo ninguna, continuó hablando – Casi te le fuiste encima a Julián, un doctor, un profesional que de seguro tiene mejor pedagogía que tú. Odio cuando eres tan obtuso.
Lo miró de pies a cabeza, con esos aires airados de quien reprende al cuerpo que observa.
Dionisio sonrió con desenfado.
-¿Ahora resulta que, eres tú la molesta? Me gustaría muchísimo verte en mi situación a ver de que forma reaccionarías.
-Reaccionaría como una mujer adulta y madura – él quiso agregar algo pero ella lo interrumpió –: Pero sobre todo, como una mujer que le tiene confianza a su pareja – lo vio agachar la cabeza –, cosa de la cual me parece que careces.
La temperatura había aumentado. Ya había transcurrido parte de la mañana. La consulta se había extendido más de lo previsto. Refugio elevó la comisura de los labios, en un amago de sonrisa irónica antes de darse la vuelta y continuar su camino.
Minutos más tarde, iban de camino a la mansión Ferrer. Ambos guardaban silencio. No habían emitido ni un gesto cordial desde la eminente disputa en la salida del hospital.
Cuando llegaron a las puertas de la casa, él habló sin mirarla. Informó que la ayudaría a bajar de la camioneta. Ella quiso protestar, pero el gesto de Dionisio evitó cualquier otra discusión.
Refugio, pues, asintió con la cabeza.
Tampoco lo miró.
Se bajó de la camioneta.
En la entrada se toparon con Margaret que cordialmente le ofrecía una taza de café a dos hombros vestidos de negros. Parecían ser los dueños del inusitado trailer de rejas de maderas que retenía a dos caballos. Uno blanco y otro negro. De paso fino según lo que pudo apreciar Dionisio.
-Margaret, cuando se desocupe con los señores, hágame el favor de subirme el almuerzo hasta la habitación de huéspedes.
-Sí, señora Refugio.
Dicho aquello se echó a andar al interior de la mansión sin permutar siquiera mirada con Dionisio. Este resopló con incordio y logró alcanzarla antes de que eso sucediera.
La agarró de un brazo e hizo que sus miradas se mezclaran.
-¿Ahora tampoco vas almorzar conmigo?
Ella negó y se soltó del enganche.
-Ni almorzar, ni dormir tampoco. Con su permiso, Ferrer.
Dionisio la observó partir atónito. Se
le erizó la piel, quiso seguirla para que siguieran hablando, pero en cambio, se quedó en su sitio y mantuvo la mirada fija por encima de su cabeza. La tensión daba vueltas en su interior, se manifestaba en su cuerpo tenso y en la manera en que relajaba y apretaba los puños.
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El rostro del mal (Finalizada)
FanfictionLa vida no te da a las personas que tú quieres, sino te da a las personas que necesitas. Estas personas a veces te ayudarán, a veces te "lastimarán"; a veces te abandonarán, a veces te amarán...pero sobre todo, te ayudarán a convertirte en la person...