27~Aciertos Y Desaciertos

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Ella lo observaba sin saber que hacer. Estaba sentada al borde de la cama con la tela blanca de la sábana envolviendo su hermoso cuerpo desnudo mientras que él con visible pesadumbre terminaba de abotonar su pantalones negros habituales. ¡Cuánto lo amaba! Él era un hombre orgulloso y fiero, y sabía que el haberlo llamado por aquel apelativo había sido una dura prueba para él.

-Te amo Demián. Y siento mucho si dije algo que no debía – se hacía a despistada, todavía no era tiempo de que él supiera la verdadera historia tras sus palabras.

Se levantó de donde estaba y se aproximó a él con cautela. Teniéndolo enfrente lo besó largamente, despacio, saboreando su boca. Enredó su lengua con la masculina, mientras sus manos que habían dejado de sujetar la fina tela de la sábana le acariciaban el cabello. Él fue quien la separó brevemente. Cristina persivió que quería decir algo. Empezaba a hablar entre bisbiseos, se callaba a momentos, hasta que para cierto y determinado punto se decidió:

-No lo vuelvas a decir – le acarició el rostro – No me quiero ni imaginar el motivo que te condujo a decirlo. Pero no lo vuelvas a hacer. Sé de sobra que no soy una persona fácil, pero soy sincero cuando te digo que esa sola palabra puede destruirme...y no exagero.

La mirada de Cristina resplandecía. ¡Malditas lágrimas embusteras! La añoranza de veinte años la había abordado de repente. Lo que sentía era pura necesidad. Necesidad de él, de que la amara. Fue quizás por ese remolino de nostalgia que le vino un pesamiento a la mente y sintió el deseo de comentarle algo que no le había dicho. Le acarició su pecho aún desnudo y le susurró:

-Quiero que sepas una cosa Demián – tomó aire y controló su voz para hablar sin quebrarse – Me gusta mucho el hombre que se esconde tras este parche de aquí – con su fino dedo acarició esa pedazo de tela negra que se cernía al rostro masculino como si fuera una extremidad más de su cuerpo. Como si allí perteneciera – Pero mucho más me gusta el hombre que esta noche tuvo el coraje de abrir su corazón conmigo. Me gustas tu Demián, con tu defectos y virtudes. Me gusta el hombre que eres hoy en día. Ese que a pesar de los desaciertos de la vida se ha sabido sobreponer con paso firme. Eres valiente.

Él la miraba algo confundido. Cristina se percató de las vetas de emoción en su semblante y el brillo de satisfacción en su mirada.

-¿Por qué te enamoraste de un hombre como yo? Eres una mujer hermosa, apasionada y me imagino que pretendientes no te faltaron durante todos estos años, ¿Por qué me escogiste a mí? Un hombre sin chiste...encarcelado en los recuerdos de un pasado. Mis días son más tristezas que alegrías. Pronto te darás cuenta que estás completamente errada. Yo no soy el hombre que una mujer como tú necesita en su vida.
Se apartó un poco de ella y le dio la espalda.

-A ese hombre del que tú hablas con tanta desconfianza es el mismo que hoy tiene mi corazón. A ese hombre yo lo quiero para besarle todas y cada una de sus tristezas, cada uno de sus temores para ver si entiende que lo quiero por lo que es y no por lo que pueda esperar de él.

Demián no se pudo contener ante tan reparadora confesión. Con un gesto instintivo de su propio cuerpo se volteó, le echó los brazos al cuello y le devoró los labios con ardor.

-Gracias – le repetía como un poseso, anestesiado mirando su perfecta sonrisa – No acostumbro a ser un hombre educado, pero gracias por hacerme sentir valorado. Gracias por no huir, gracias por quedarte a mi lado aún sabiendo el desastre emocional que soy.

-No creo que se capaz de huir...no otra vez.

Él sonrió y la ayudó a acicalarse, mientras Cristina se colocaba las bragas Demián investigaba el misterio oculto tras el broche del sujetador.
Para cuando hubo estado lista la atraja hacia sí y le susurró al oído:

El rostro del mal (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora