17~Un Laberinto Sin Salida

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Luego de un rato y de que Cristina se dejara convencer por Demián; hicieron su invicta entrada en una de las tantas casas de vacaciones con las que contaba la familia Ferrer. Esta era en medio de un lago, netamente rodeada de naturaleza y que exudaba paz por cada uno de uno de sus rincones, hasta lo más recónditos.

Por cuestiones de seguridad o por seguir una simple rutina de trabajo, Cristina, antes que nada, revisó cada región de la cabaña asegurándose que estaba tan segura y tan protegida, así como exhortaba su apariencia.

—¿Acaso crees que haya un delincuente acuático o algo así?—preguntó Demián tomándola por sorpresa mientras chequeaba la región de la alberca. Sin poder evitarlo comenzó a reír al verla dar un súbito respingo.

—No se crea, el que viene preparado para atacar, toma todo tipo de precauciones y no dudes que una de ellas sea esconderse precisamente en la alberca—respondió con seguridad aplastante.

—A veces me asustas.

—¿Se puede saber por qué?

—¿Entramos?, ¿o es que acaso va a revisar también en el lago que tenemos por aquí cerca?—sonrió de medio lado con malicia, mofandose de la situación. Cristina rodó los ojos hasta ponerlos en blanco y comenzó a caminar tras él.

—¿Se puede saber por qué le asusto?. Pensé que usted no le temía a nada.

—A no ser a una mujer que dice ser una corriente chófer, pero maneja yates e incluso sabe los alcances que puede llegar a tomar un mafioso—entraron juntos a la casa—¿No debería de asustarme?—se volteó a mirarla con esa sonrisa cínica muy propia de su estilo.

—Aceptar la propuesta de venir aquí fue pésima idea. Usted y yo en un mismo lugar, solos, pésima idea—hizo un mohín de disconformidad y cuando intentó escapar, Demián la tomó por el brazo y la arrimó a su pecho con estupor.

—¿A dónde crees que vas Cristinita?

—No sé en qué estaba pensando cuando acepté venir aquí con usted—focejeaba entre sus brazos—¡Suelteme!

—¿Tekila o Wisky?

—¿Qué?

—¿Qué deseas tomar?

—No deseo tomar nada, con regresar a casa me conformo—resopló, sintiendo como la angustia de horas antes comenzaba a instalarse en su pecho—¿Qué es lo que pretendía cuando se le ocurrió la magnífica idea de traerme aquí? ¿acostarse conmigo?—poco a poco e involuntariamente un nudo de lágrimas comenzaba a acloparse en su garganta.

—¿Acaso eso está mal? ¿qué un hombre sienta deseos por ti es algo malo?—se acercaba a ella a paso amenazante—He de confesar que eres una mujer...—la escaneo de arriba abajo con impudicia—...de atributos bastante sugerentes.

Cristina sentía como su respiración se iba mimetizando de a poco en el ritmo acelerado que imponían los latidos de su corazón. Una vez más trató de escapar de esa cercanía que le hacía tiritar hasta el alma, pero la respuesta por parte de Demián fue la misma e incluso hasta más agresiva.

—¿Está aceptando entonces que su única intensión era llevarme a la cama?—su espalda permanecía laminada a la fría pared mientras el cuerpo de Demián se encargaba de obstaculizar su vista al frente.

—No es secreto para nadie, ni para ti, que sí te deseo...y mucho—con perversidad bajó hasta sus labios y los rozó seductoramente provocando que se estremeciera de pies a cabeza y lo pudo notar en la forma en que cerró sus ojos—Dos tekilaz me parecen bien. Tienes cara de gustarte mucho más el tekila—quedó en silencio observándola directamente a los ojos, sonrió con vileza y luego se retiró.

El rostro del mal (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora