5~Tragedia

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Refugio por su parte esperaba por Victoria para cenar. Cada cinco minutos miraba su reloj de mano angustiada, según la hora marcada ya debería estar ahí.

De repente la puerta sonó y la morena pensando que podía ser Victoria que había olvidado la llave corrió prácticamente a la salida.

Pero para su sorpresa, cuando abrió la puerta, otra fue la persona que se presentó ante ella.

-¡Dionisio!
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Por unos minutos se mantuvieron las miradas. Refugio no le encontraba ni pies ni cabeza a aquella visita.

-¿Refugio está bien?—ella no contestó—¿Refugio?

-Perdón señor...pase—abre más la puerta en señal de invitación. Él guardó cada una de sus manos en los bolsillos de su negro pantalón y suspiró mirando en dirección a su auto—¿Espera a alguien?

-No...no, es sólo que...que le traje algo. Está en el auto ¿Puede ir a buscarlo?

Refugio no entendía nada de lo que allí estaba pasando. Limpió sus sudorosas manos en la falda color café que traía puesta y tragando en seco, asintió.

Sus ojos no atinaban a lo que estaban viendo. Una vez comprobó que era aquel "algo" que le había traído Dionisio sintió como una brasa caliente la recorría completa.

*¿Cómo se puede ser tan inconsciente de dejar a una bebé a puertas cerradas en un auto?*  se reprochó la morena tomando la canasta donde dormía la pequeña.

-Se la traje, ya que usted no quiere quedarse en mi casa—respondió él una vez tuvo a Refugio a su frente.

El silencio se hizo presente, solo se interpuso entre ellos una fría ráfaga de aire dando indicios así de una posible tormenta.

*Calma Refugio...calma* meditó.

-¿Gusta pasar? No es bueno para la bebé estar expuesta a este aire de lluvia.

Dionisio asintió y tras ella se dispuso a entrar al humilde apartamento.

Mansión Ferrer...

Demián buscaba a Cristina por toda la mansión. Luego de tener aquel súbito recuerdo, necesitaba una explicación lógica porque sentía que se iba a volver loco.

Nunca antes había pensado en aquella muchacha, y no por falta de deseos, sino porque cada vez que lo hacía aún sentía un dolor letante hincar su pecho con constancia. Tal vez por ello, por aquel abandono, sin una explicación, sin una razón de peso de por medio, ahora era así, un pica flor, y estaba con cuantas mujeres se le pasaran por delante, utilizándolas como hacía unos años atrás se había sentido él. Utilizado.

Nunca más había pensado en aquella muchacha, hasta ahora, que Cristina se la había recordado de cierta forma.

La buscaba, y nada que la hallaba, no fue hasta verla en el portón principal hablando con su padre.

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-¡Cristina!—la llamó acercándose al lugar donde estaban ella y su padre.

-Sí señor ¿Le hace falta salir?—pregunta sin voltear a verlo. Su padre quien lo miraba por encima del hombro de la morena le arqueó una ceja.

-¿Esas son tonos de hablarle a la muchacha Demián?—le regañó.

-Papá, tú no te metas en esto.

-Sí...sí me meto como dices, porque yo fui quien contrató a la muchacha y exijo que la respetes. Además de que ella es quien se quedará al mando de todo esto mientras yo esté de viaje.

El rostro del mal (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora