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Jamás me había sentido así.

Hace unos minutos había sentido que entraba a una especie de un mundo paralelo, algo que mi cuerpo y mi mente hicieron explosión y de repente caí en una dimensión dolorosa y terrorífica.

Viendo aquella visión que me había dejado perjudicada emocionalmente.

¿Nuestro futuro sería así?

¿El ángel de la muerte ganaría cómo siempre?

No estaba tan asustada hasta que tuve esa visión, una visión con Circe, y resulta que Circe también había tenido la misma visión, sólo que los papeles habían cambiado.

Aún era de día, seguíamos sentadas en el piso en un silencio para nada incómodo, con nuestras miradas perdidas en algún punto del dormitorio.

Alcé mi vista para ver a Circe que seguía sentada con su espalda recostada en el umbral de la cama de Deva, su mirada estaba perdida en el suelo, y sus manos estaban entrelazadas.

—¿Quieres ir por comida?— Pregunté rompiendo el silencio.

Ella tomó una leve respiración y luego me miró.

—Sí.

Fue lo único que respondió, y ella se levantó primero y luego me extendió su mano para ayudarme a levantarme, pero tenía miedo de volver a tocarla.

Cada vez que Circe y yo nos tocamos, algo sucede, algo extraño y misterioso sucede.

Pero la tomé y respiré hondo al sentir que nada sucedió, y sólo me levanté del suelo con su ayuda. Quedé frente a ella, y Circe me miraba fijamente a los ojos, esos ojos azules estaban rojos por el llanto, y sus labios parecían estar inyectados de una sangre roja intensa, estaban rojos e hinchados.

Pero luego la puerta de mi dormitorio se abrió de golpe y Circe y yo nos soltamos las manos de inmediato.

—¡Al fin!— Exclamó Deva entrando al dormitorio dando pasos dificultosos y luego Haniel entró detrás de ella.

—¿Cómo están? ¿Qué les pasó?— Preguntó Haniel una vez qué cerró la puerta, y ahora nos encontrábamos nosotros cuatro en la habitación.

Deva se sentó en la orilla de mi cama y soltó un suspiro como de alivio, noté que tenía varios cortes en su boca y sus mejillas, al igual que sus cejas, y Haniel sólo tenía un corte en su ceja derecha y los nudillos de sus manos estaban rotos.

—¿Dónde estaban?— Les pregunté.

Haniel respiró hondo y se tiró en la silla que estaba en la biblioteca y cerró sus ojos haciendo una mueca de dolor y Deva se lanzó en mi cama respirando hondo.

—Cuando se desmayaron, Deva y yo las levantamos del suelo y volamos hasta aquí, las dejamos acostadas, y luego fuimos a la enfermería a tratar nuestras heridas.— Dijo Haniel abriendo sus ojos lentamente, y yo me acerqué hasta él y me incliné un poco colocando mi mano en su cabeza.

Eliminé cualquier rastro de dolor en su cuerpo, sanando cualquier herida en su rostro y él suspiró aliviado y luego besó mi mano en forma de agradecimiento.

—¿Y los chicos qué nos atacaron?— Pregunté.

—Los dejamos en el bosque, no íbamos a traerlos.— Dijo Deva desde mi cama y Circe se acercó a ella y vi que tomó su mano haciendo que se levantara.

Deva se sonrojó rápidamente y tragó en seco al ver como Circe colocaba su mano derecha en su sien, y luego en su quijada haciendo que sus heridas en el rostro desaparecieran, al igual que cualquier rastro de dolor y Deva la miró estupefacta pero luego suspiró aliviada.

ÁNGELESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora