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Sentí como mi cuerpo flotaba.

El cielo hizo una gran oleada de luz oscura.

Y mis alas tomaron vida propia.

Estaba volando.

Mierda.

Tuve que dejar mi cuerpo en un limbo y sólo darle pase libre a mis alas, ellas brillaban tan fuertes y poderosas, destellos dorados brillaban en sus puntas y en mis manos parecía como mi sangre blanca brillaba con potencia.

Esto es increíble y alucinante.

Pero de repente salí de mi burbuja porque vi a Circe caer por los aires sin vida.

Su cuerpo bajaba a una velocidad inquebrantable, y sus ojos estaban cerrados.

Era la primera vez que volaba, y al verla volé hasta ella para tomar su cuerpo, pero ella cada vez estaba más cerca del suelo, y nunca llegué a tiempo.

Ella cayó de golpe.

Y aterricé segundos después con mi corazón palpitando velozmente.

Circe.

Corrí hasta ella, y sentí como mis alas desaparecían rápidamente, ella estaba en el suelo con sus alas abiertas, y de su nariz salía un hilo de sangre negro. La tomé entre mis brazos sintiendo como mis manos temblaban, ella no podía morir, no así.

—Mierda.—Murmuré sintiendo el nudo en mi garganta y mis lágrimas salir sin previo aviso.—No puedes morir, por favor, despierta.

Sus alas desaparecieron y acuné su rostro en mi pecho, ella estaba inconsciente, ni siquiera podía sentir su pulso, el hilo de su sangre se congeló y mis lágrimas salían con rebeldía.

Tomé sus manos con desespero, y cerré mis ojos.

Vamos Samay, puedes sanarla.

Eliminé cualquier dolor de su cuerpo, cualquier rastro que la haya hecho desfallecer y sólo entré en su mente haciéndola regresar con vida.

Y luego ella comenzó a toser fuertemente y un suspiro de alivio salió de mí.

Nunca se había ido, sólo que al caer el golpe no la haría hacer despertar de inmediato y quizás le hubiese ocasionado algún problema en su cabeza, pero lo desaparecí.

—Se supone que te harías más fuerte, pero ya veo que si me besas te desmayas.—Le dije viéndola con una sonrisa vacilante y ella respiró hondo tratando de recobrar su compostura.

—¿Funcionó?—Preguntó un tanto desorientada y asentí.

Ella soltó un suspiro de alivio y se acostó en el suelo cerrando sus ojos y sus brazos se extendieron por la grama.

—Somos el maldito dúo poderoso, Circe aburrida.—Le dije acostándome a su lado y limpiando mis lágrimas rápidamente.

Circe se volteó a verme y sus cejas se fruncieron.

—¿Llorabas por mí?—Me vió con intriga.

—¿Qué? ¡No!

—¿Sabías qué no puedes mentirme?—Me dijo viéndome fijamente y yo me levanté del suelo quedándome sentada ahí.

—No lo hago, no te creas tan importante.—Dije con firmeza y ella sólo me miró evaluando mi rostro y luego su mano me agarró de la nuca con fuerza haciéndome quedar encima de ella y acostándonos en el suelo.

—Vamos a creerte, desastre.—Sonrió y sus manos se posaron en mi nuca suavemente sin dejar de mirarme.—Soy agradecida, y te agradezco por eliminar mi dolor, así que muchas gracias, Samay.—Y ese tono educado y refinado apareció.

ÁNGELESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora