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Unas grandes punzadas retumbaban mi cabeza, abrí mis ojos lentamente y un gemido de dolor salió de mí, traté de adaptarme al lugar en el que estaba, y me fijé de que estaba en mi dormitorio.

Aún era de noche, lo podía ver desde la puerta de vidrio de la terraza, y sentí un cuerpo a mi lado, y noté que era Deva durmiendo plácidamente mientras me abrazaba por la cintura.

Me moví un poco tratando de salir de mi cama, pero Deva se removió y abrió sus ojos somnolienta y me miró detenidamente, y luego se estiró en la cama.

—¿Cómo te sientes?— Me preguntó.

¿Qué había pasado?

—Me duele mucho la cabeza.—Murmuré sentándome en la cama y respirando hondo.—¿Qué sucedió?

—Te desmayaste.— Dijo en un suspiro.— Haniel te trajo hasta acá, junto a Uriel y yo.— Sentí que se levantó de la cama y caminó hasta la puerta de la terraza y corrió las cortinas blancas tapando la vista.—¿Qué pasó cuándo le leíste la mente a Circe?

Circe.

Nunca leí su mente.— Murmuré pensativa.

Nunca pude leer su mente, ni siquiera entré en ella, sólo sé que al intentarlo me dolió mucho la cabeza y entré en una especie de aura negra, no entiendo...

—¿Cómo?— Preguntó viéndome confundida.—Pensé que sí.— Se acercó a mí y se arrodilló tomando mis manos.—No importa, sólo quiero que te recuestes y descanses, te golpeaste la cabeza muy fuerte cuando caíste al suelo, y sólo estuviste dos horas inconsciente.

—Está bien.

No quería hablar más porque aún me dolía la cabeza y mucho, llevé mi mano a mi sien y sentí algo seco ahí, pero me levanté sintiendo la mirada de Deva detrás de mí, y entré al baño para verme al espejo, y noté que tenía sangre seca en mi sien, el color de mi sangre era blanca como normalmente lo es con todos los ángeles de luz.

Abrí el grifo para remojar mis manos un poco y luego llevarla a mi sien y limpiarme el rastro de sangre lentamente. Al terminar fui de regreso a la cama y noté que Deva se había acostado en su cama totalmente abrigada y durmiendo. Deva era esa chica que apenas tocaba una cama, caía totalmente rendida en un profundo sueño.

Me acosté sigilosamente haciendo muecas de dolor, porque las punzadas eran frecuentes, pero intenté dormir y no podía.

Volví a abrir mis ojos viendo al techo, y supuse que había pasado media hora de haberme acostado nuevamente, pero luego sentí unos leves golpes en la puerta de la terraza.

Me giré para ver, pero las cortinas tapaban a quién estuviera tocando, y fue raro porque tocaban dos veces sin mucho ruido, a lo que Deva ni se inmutaba, pero me levanté con cuidado y caminé hasta allá abriendo las cortinas lentamente, pero igual no pude reconocer quién era, porque era una sombra oscura, totalmente oscura.

—Soy yo.— Pero si reconocí esa voz.

Y lo más extraño es que se escuchó en mi mente.

Me asusté al escucharla en mi cabeza y alejé mis manos de la cerradura, dando un paso atrás.

—Samay, vine a hablar contigo, y pedirte perdón, ¿Serías tan amable de salir a la terraza y hablar conmigo?— Su voz en mi cabeza se escuchó con tanta educación y en un tono neutro, pero para nada aterrador.

Abrí la puerta lentamente y luego vi como su aura oscura se fue desvaneciendo y notando su apariencia normal.

Cerré con cuidado la puerta detrás de mí y luego me giré para ver a Circe, quién estaba a mi lado con sus manos entrelazadas y su cabeza cabizbaja, podía ver que seguía con la misma ropa, pero su piel estaba tan blanca que brillaba en la oscuridad, y ella se dió cuenta de eso, porque luego su piel se fue tornando a una menos brillosa, pero seguía siendo pálida.

ÁNGELESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora