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Dejé escapar un gruñido de molestia al sentir algo iluminar mi rostro, y abrí mis ojos lentamente y cerrándolos de nuevo cuando un rayo de sol impactaba en mí.

El brazo de Circe me rodeaba la cintura y su cabeza estaba hundida en mi nuca, traté de adaptarme a la luz del día y finalmente suspirar.

Había dormido muy bien, aunque ya era hora de volver.

—Circe, a levantarse.—Dije girando mi rostro para verla pero ella seguía muy dormida.—Vamos Circe, despierta.

—No quiero.—Gruñó apretándome más contra ella haciéndome soltar una risita.

—Eres dormilona, no te soporto.—Murmuré y quité su mano de mi cintura para poder levantarme.

—¡Vuelve a la cama!—Me gritó desde la cama una vez que entré al baño.

—¡Que modales!—Exclamé.

La vi levantarse y frotarse los ojos con pereza y luego soltar un suspiro somnoliento, para finalmente caminar hasta el baño y detenerse detrás de mí viéndome desde el reflejo del espejo.

—Lo siento.—Murmuró con pesadez y besó mi hombro.—Buenos días, Samay.

—Buenos días, aburrida.

Ella me sonrió y entró a la ducha una vez que se quitó la ropa y empezar a ducharse mientras yo me cepillaba los dientes. Aunque al final terminamos bañándonos juntas, sin ningún tipo de diversión, porque estábamos ansiosas por irnos ya, no queríamos ningún inconveniente.

Theo nos sonrió al vernos y nos entregó dos tazas de café y esos fabulosos sándwiches de pollo que prepara.

—¿Nos volveremos a ver?—Nos preguntó viéndonos con atención y limpié la comisura de mis labios para responderle.

—Espero que sí, amigo.—Le sonreí.

—Encontraremos una forma de venir todos a verte sin que sea tan peligroso.—Le dijo Circe con una sonrisa amable.—Pero por favor, prométenos que vas a cuidar de ti.

Theo bajó la cabeza y respiró hondo.

—Lo haré.—Dijo finalmente.—Porque quiero que me vean mejor para la próxima vez que nos veamos.

—¡Así me gusta!—Choqué los cinco con él y soltamos una risa divertida.

Al terminar de comer, abrazamos a Theo con mucha fuerza y dándole varios besos en la mejilla como forma de despedida, él tenía sus ojos cristalinos al saber que ya nos íbamos, pero antes de hacerlo, le entregó un libro a Circe del montón que le había entregado, ya que Circe le dijo que vendría por ellos en la siguiente visita. A mí me entregó la chaqueta de cuero que habíamos usado el día que se acabó el año, y me pidió que les diera las chaquetas a los demás y que por favor no lo olvidaran.

Theo no se podría olvidar.

Circe tomó mi mano y con una sonrisa nos despedimos de Theo, para finalmente desaparecer y viajar por el túnel negro con destellos dorados a gran velocidad.

El nuevo mundo.

3:27 am.

Aparecimos de nuevo en la montaña, aunque aquí era de noche y sólo escuchábamos la fría brisa golpear con los árboles y el zumbido de los animales.

—Podremos seguir durmiendo.—Dijo Circe viéndome con una sonrisa divertida.

—Es lo bueno.—Le dije con una sonrisa y las dos volamos hasta la terraza de mi habitación.

ÁNGELESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora