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Nuestras almas son una profecía.

—¿Me puedes explicar?—Miré atónita a Hades sin poder creer lo que estaba viendo.

Maldición, estaba alucinando.

No puedo creer que esté viendo a 12 Circe's.

Todas me veían con seriedad, pero en el fondo notaba su sonrisa desquiciada, eran esas versiones que jamás creí ver de Circe.

Estas son peores.

—No vine por más caos.—Escuché a Hades decir mientras se colocaba delante de mí como si fuera un escudo para defenderme.

—¿Más caos?—Escuché una de ellas hablar con mucho sarcasmo y a decir verdad, era bastante intimidante.—Somos tú mayor caos, venimos de tus bolas, ¿No te parece poco?

—Sólo tengo una hija.—Dijo con firmeza.

—Okey anciano, como digas.—Respondió la misma que había hablado y se cruzó de brazos con una sonrisa divertida mientras nos veía.—¿A qué has venido y por qué con ella?

—¿Sabes quién soy?—Le pregunté rápidamente y todas se echaron a reír.—¿Dije algo gracioso?

Hades tomó mi mano con firmeza y me miró haciéndome entender de que no siguiera hablando con ninguna de ellas.

Sus risas cesaron y comenzaron a murmurar entre ellas cosas inaudibles ante mis oídos.

—Samay.—Escuché una voz a mi lado y me giré para ver a una de las versiones de Circe, su aspecto era más serio que el resto.—El ángel de la vida ¿No?—Asentí y ella dió un paso adelante y todas se callaron rápidamente, era como si escuchar a hablar a esta versión de Circe les diera temor.

Hades no me soltó, pero estaba hartándome de que me cuidara tanto, si supiera él que debía cuidarlo yo y no él a mí.

Ella caminó un poco más para estar más cerca de nosotros, y verla más de cerca era diferente, porque sus ojos no eran azul celestes, eran extraños, eran como una mezcla de rojo y azul, pero increíblemente extraños, tenían destellos verdes y azules, y su cabello seguía siendo blanco y vestía toda de negro, era la única que llevaba una vestimenta que sólo los humanos usarían, ya que ella tenía una gabardina negra y unas botas del mismo color.

Su aura era fría, ella era seria, muy seria y sus labios parecían inyectados por la propia sangre humana, tan roja y peligrosa.

—¿A qué han venido?—Preguntó una vez que se detuvo y nos miró fijamente.

—Sólo quise confirmar si esto era real.—Dijo Hades y por fin me soltó.—Lo de las versiones.

—Es real, ya te puedes ir.—Dijo ella con una frialdad que podía congelar al ser más caliente de este mundo.

Hades frunció el ceño y se acercó más a ella viéndola fijamente a los ojos, a lo que ella ni se inmutó ni un poco, sólo lo miró directamente y él fruncía el ceño un poco más.

—¿Sabes realmente quién es ella?—Le preguntó Hades y me señaló a lo que ella me miró y sólo arrugó su entrecejo un poco sin entender mucho a lo que quería llegar su padre.

—Samay, el ángel de la vida.—Respondió con seguridad y Hades negó.—¿Quién es según tú?

—Es tú esposa.

Sentí como el silencio reinó en todo el mundo caótico.

Hasta los relámpagos dejaron de sonar.

Y por primera vez me sentí tan intimidada, porque todas me vieron fijamente sin entender lo que Hades les había dicho.

La versión de Circe de ojos raros me miró confundida, su boca se entreabrió un poco y de repente todas la versiones entraron en su cuerpo sólo haciendo quedar a una de ellas.

ÁNGELESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora