2.17

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Las faltas se irán corrigiendo a lo largo del día. Disfruten <3

—¿A quién le toca conducir esta vez?

Me escondí detrás de los cojines y de mi novio antes de que pudieran señalarme a mí. Ni de broma me ponía al volante durante dos o tres días sin hacer casi paradas. Lo que se nos iba en gasolina podíamos invertirlo en avión y ninguno de nosotros tendría almorranas en el trasero.

Siendo objetivos, mi escondite era una mierda, pero la exclamación de Camille me la tomé como una ofensa directa al corazón.

—¡Le toca a Skyler-da!

—¡Lo dice la que no ha cogido el coche en su vida!

Miller, como toda contribución, soltó una risita.

—Yo puedo conducir por Skype.

—Exacto, aún tiene un perdón que currarse—, se giró ofendido y yo le sonreí angelicalmente. La mueca me destrozó las mejillas inacostumbradas y quedó tan falsa que bien parecía un tiburón de dibujos animados—. Es... broma.

Ambrose alzó las manos, la mediadora de la paz entrando en el salón. Tenía un ligero moretón en el cuello que estábamos seguros de que no se lo había hecho con la rizadora. Me froté los mofletes, se me habían quedado tensos.

—Y, llamadme loca...

—Loca—, dijo Camille.

Los cuatro nos giramos a mirarla.

—¿Qué te pasa? ¿Se ha ido Gabe y ahora te toca a ti ser la tocapelotas?

Apreté los puños: —Colin, llama tocapelotas a Gabe de nuevo y la que te las tocará seré yo, pero para cortártelas lenta y dolorosamente.

—¡A él sí que lo defiendes y a tu mejor amiga no! —chilló Camille y fue ricamente ignorada.

—Guau, relaja, pitbull—, Miller me empujó del hombro hacia atrás.

Me había levantado sin darme cuenta.

Ups.

—LO QUE IBA A DECIR—, siguió Ambrose, chillando tanto que a los pocos segundos la vecina de arriba dio un golpe al suelo con su bastón, retumbando en el techo—; es que podríamos ir en avión. De hecho, vamos a ir en avión, no pienso aguantaros durante cincuenta horas discutiendo. Me tenéis cansada.

Colin miró estupefacto a su novia, roja por la rabia.

—Cariño, ¿estás...?

—¡Llámame cariño otra vez con ese tono prepotente y Sky no será la única que te las corte!

Creo que todos tragamos saliva a la vez.

Lo bueno es que no volvimos a discutir sobre quién conduciría porque todos nos habíamos librado de ser el chófer de una panda de veinteañeros con complejo de adolescentes.

Pero ¿qué le pasaba a Ambrose?

(...)

—Dime por favor que no vas a ir así vestida.

Miré hacia abajo, llevaba una falda larga y amplia y una camiseta lo suficientemente cómoda como para que todos supiéramos de quién era. Miller llevaba la misma, pero con unos pantalones cortos que le hacían resaltar su culo respingón.

—¿Qué pasa?

Camille chasqueó la lengua, llevaba el pelo un poco más corto gracias a las tijeras de la carne y la poca habilidad estética de Ambrose. Lo tenía desparejo, pero según ella ese era el indicio de que el mullet estaba bien hecho.

Flores en el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora