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Una fuerza descomunal me forzaba a moverme de ahí, estaba yo durmiendo tan plácidamente y de pronto una corriente tirándome de los tobillos, un zumbido fortísimo en mis oídos. Se despertó mi cerebro antes que mi cuerpo y vi con los ojos como platos a los dos monstruos que me arrastraban al infierno.

Intenté gritar pero mi voz fue amortiguado por su cántico infernal.

— ¡SKyyyyyyler!

Mátenme.

Me sacudí como pez fuera de agua, pataleé con fuerzas, arriesgándome a partirle la nariz a alguno de mis hermanos pero ni caso. Esos dos monstruos de nueve años eran más fuertes unidos de lo que yo podría llegar a ser recién levantada. Una batalla titánica.

— PAPÁAAA.

Mis hermanos se quedaron estáticos, sus largas garras aún tomándome de los tobillos pero la sonrisa petulante se esfumó de su rostro, siendo sustituida por puro pavor y es que, veréis, mi madre es muy gruñona en algunos aspectos pero ante una movida así, los habría ayudado porque adora verme fuera de mi zona de confort, ¿pero mi padre?

Para mi padre esto sería penado con...

— AAAAAH.

— PAPÁ, SUELTA. PAPI CHULO, POR FI.

Ahora la que sería cruel sería yo, al fin liberada, me sobé la piel de mis tobillos con una mueca de venganza. Los gemelos colgaban de sus propios tobillos, cada uno agarrado por una fuerte mano de mi padre. El hombre, aunque fuera profesor de literatura y la única pesa que levantara fueran los manuales morfológicos, estaba fuerte.

Estaba segura de que tenía una cueva secreta donde iba a entrenarse por las noches y así mi madre no le echaba en cara que de joven estaba macizo y ahora era rollizo. Aunque...siendo sincera, mi madre sí que era esto último pero nadie podía culparla, después de dos partos y un aborto natural, el cuerpo ya no era lo que era. A no ser que fueras Kylie Jenner y te pusieras todo en tu sitio.

— ¿Qué os he dicho de no aprovecharos de que sois dos y vuestra hermana uno? Es una pelea injusta y en esta casa no somos partidiarios de la injusticia.

— ¡PERO PAPI, SI ELLA NOS SACA CUATRO CABEZAS Y TÚ VEINTE! ¡ESTO SÍ QUE NO ES JUSTO!

— ESO, ESO. ¡JUSTICIA, PAPÁ! MAMÁAAA.

Les puse un calcetín en la boca, agachándome para quedar a la altura de esos dos diablillos que estaban más rojos que las mejillas de Colin la vez que vio sin querer a Camille en tanga.

— ''Cuando unos mocosos piden justicia es que quieren que les den la razón''.

Cerré la puerta en cuanto oí las zancadas de mi madre por las escaleras, mi padre y yo nos miramos, los gemelos intentando escupir los calcetines y sus pequeños ojos destilando de furia.

— Bonita modificación, ¿Santiago Ruiseñor?

Reí negando, siempre se confundía si los apellidos no eran ingleses.

— Rusiñol pero casi, ¿qué hacemos?

Parecíamos dos criminales a punto de ser cazados por la policía aka* mi madre. Dudamos unos segundos, la manilla de la puerta giró y nuestros corazones dieron un brinco. Rápidamente mi padre se puso a mi lado, escondió a un gemelo a sus espaldas, el pobre de Owen apoyó sus manos en el suelo para hacer la carretilla y Miles me hubiera dado un cabezazo en toda la nalga de no ser porque se le resbaló a mi padre.

Le cogí de las rodillas antes de que se diera de bocas contra el suelo. Mi madre entró en ese momento, con el rodillo de hacer galletas manchado de harina y el pelo más blanco que castaño.

Flores en el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora