Penúltimo capítulo. No habrá epílogo.
—¡Sky! ¿Esta camisa o la verde?
Hundí la cara en el cojín, gruñendo por lo bajo. Sabía que teníamos que madrugar, pero no que nos despertaríamos antes del alba para ver a Gabe retorciéndose como un ratón y cambiándose de ropa en medio del salón, ignorando nuestras quejas.
—La que sea.
Miller sonrió divertido y me acercó una taza de café frío, mi preferido. Le di un sorbo y casi escupí al notar lo agrio que estaba.
Anda, mira, como tú.
—¿Y el azúcar?
Antes de que mi novio pudiera responderme se adelantó el australiano, enfurruñado.
—Un café amargado para una persona amargada, ahora, dime, ¿la verde o la rosa?
—La roja.
—No tengo ninguna roja, Skylercita.
—No, pero te voy a tintar una de esas con sangre.
Gabe soltó un ruidito y corrió, pero en lugar de salir despavorido del salón se abalanzó sobre mí, haciendo que derramara el café y notando cómo mis órganos se quejaban por el peso de un hombre de casi dos metros.
Venga, ya.
—¡ABRAZO DE OSO!
—¡Que me dejas sorda, animal!
Colin salió de su habitación frotándose los ojos y señaló el reloj de la cocina, donde las seis de la mañana se marcaban con parsimonia. Teníamos la encimera hecha un desastre por la noche anterior.
—Es sábado y son las seis, ¿queréis que me tire? —señaló el balcón. Rodé los ojos, Gabe, refregando la cara en mi cuello como si fuera Lucas, hizo un aspaviento.
—Preferiría que no, no tengo ninguna camisa negra. E ir al entierro de blanco es una falta de respeto.
—¡Agh!
Se cayó de costado cuando lo empujé y agradecí el tirón de Miller para impulsarme, alejándome de los brazos de Gabe, quien ya volvía a incorporarse con intención de estrujarme como si fuera un rollito primavera.
—Gabe, la verde te queda muy bien, pero solo si te pones los pantalones beige—, le recomendó Miller, atusándome el pelo.
—Gracias, futuro marido—, me miró mal y luego suspiró—, ¿a quién pretendo engañar? No puedo enfadarme con el amor de mi vida. En fin, pasadlo bien, chicos, yo me vuelvo a la cama.
Pestañeé.
—Pero... ¿no tenías que ir a una entrevista?
Se dio un golpe en la cara, riéndose.
—Es verdad... pero no, tengo mucho que estudiar.
—Acaba de empezar el curso—, espetó Colin, sin nada de su amabilidad habitual.
Por las mañanas éramos dos tigres encerrados con dos corderos extremadamente cansinos. Aparté el brazo de mi cintura de Miller e ignoré su mohín.
Recién levantada no quería que nadie me hablara, ni siquiera él.
—Por eso, tengo muuuchas chicas con las que ligar, empezando por...
—Vete a la cama—, lo interrumpí y grité cuando un par de manos me alzaron de las caderas, pero no pateé a nadie.
Era Miller quien me arrastraba de nuevo a la cama, ignorando la humedad de mi camiseta por culpa del café y mi rostro legañoso y ojeroso.
—¡Luego lo limpio! —exclamó ante la queja de Colin de que éramos unos desastres.
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Flores en el cielo
RomanceSkyler Johnson tenía dos cosas claras: la primera era que iba a entrar en Yale, costase lo que costase, y la segunda era que Corey Mines era el chico de sus sueños. ¿Qué pasaría si el mismo chico que le levantó la falda de niña discrepara sobre eso...