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Cada año, el instituto del distrito 11 organizaba numerosos eventos. Éramos bien conocidos en el barrio por la cantidad de concursos, eventos deportivos, bailes y mercadillos a la beneficencia que organizábamos.
Al principio, todo eso me parecía bastante divertido. Quedaba bien en el currículum poner que eras una buena persona y demostrarlo con voluntariado, incluso el mercadillo era una estrella dorada y bonita que te hacía brillar.
Eso pensaba yo años atrás, claro. Hasta que me di cuenta de que era una trampa mortal, una navaja de doble filo.
Por un lado, la cantidad de pancartas, decoraciones y listas que te encomendaban los profesores para días determinados. Todo esto sin reducir el temario y, poniéndonos quisquillosos, en período de exámenes. Y por el otro, la publicidad.
Si querías salir en la lista de participantes, tenías que estar muuuuy metido en el tema. Claro está, yo encabecé esa lista durante mis dos primeros años de instituto, hasta que el teatro, el ballet, el fútbol y el piano me dijeron: no, mi ciela.
Al presionar el link, me di cuenta de que a ese viaje sí que no podía faltar por mucho que tuviera los ensayos finales de la obra la misma semana que se hacía. Además, porque me perdiera uno de los organizados entre semana tampoco iba a pasar nada. Por cierto, adivinad qué, el director resultó no ser tan joven pero sí un poco moderno, así que...os presento a Aurora, la bella durmiente versión Schivally.
Ni se os ocurra preguntarme quién era el príncipe.
— ¿Os lo podéis creer? ¡A Nueva York! Por primera vez en toda mi vida, el señor de ahí arriba ha escuchado mis plegarias...¡he conseguido que este instituto haga un viaje decente! ¡Y ni siquiera es el de fin de curso!
Camille y yo teníamos el pelo húmedo por las duchas, Colin tenía cara de asco mientras masticaba con pesar un brócoli crudo y Summer, una de las compañeras de Camille en el equipo de animadoras, tenía la nariz y los labios manchados de chicle.
Y por eso, queridos míos, no es recomendable hacer pompas.
Aparte de por la cantidad de gérmenes que se nos meten en la boca con esa simple tontería. Si la gente tuviera más microscopios en casa, dejaría de hacer la mayoría de actividades que acostumbra.
...ya...
— A saber cómo de caro es el viaje. Porque ni de broma nos meten dos días en un autobús...que agobio...
— Os estáis olvidando del detalle importante...—farfullé—, ¡el viaje es al museo de historia natural!
— Yeeey...—Camille alzó el puño al cielo, mirándose cómplice con Summer, quien nos ignoraba categóricamente mientras trataba de quitarse los restos de chicle.
— ¿Ese es donde grabaron Noche en el museo? —Colin miró de reojo la cara de la animadora con desagrado.
— ¡Exacto! —exclamé y carraspeé, había sonado casi como Camille—, quiero decir...sí, es el mismo sitio. Cuatro pisos llenos de historia, huesos reales de dinosaurios y...—pegué palmadas emocionada a mis muslos—, ¡documentales!
— ¿Qué documentales?
Di un bote en mi silla cuando Miller se inclinó en mi oreja, mirando con atención a mis amigos y a Summer.
No olvidaba el hecho de que no me había respondido al mensaje y por alguna razón incoherente, eso me molestó un pelín.
Pero sólo un pelín, tampoco nos pasemos. No es como si yo estuviera todo el día pendiente del teléfono, no. Tenía muchísimas cosas que hacer.
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Flores en el cielo
RomanceSkyler Johnson tenía dos cosas claras: la primera era que iba a entrar en Yale, costase lo que costase, y la segunda era que Corey Mines era el chico de sus sueños. ¿Qué pasaría si el mismo chico que le levantó la falda de niña discrepara sobre eso...