5.

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Esa mañana me miré indecisa en el espejo de mi habitación sin razón alguna. Mis hermanos gritaban tonterías desde el salón, mi madre ya se había ido al restaurante y mi padre seguía instando a los gemelos para que se apresuraran.

Volví a mirarme ceñuda. No sabía el motivo de mi indecisión pero por primera vez en toda mi vida, no me convenció el chándal verde que solía llevar por pura comodidad.

— ¡Sky, si no corres te va a tocar coger el autobús! ¡Y no has desayunado!

Le ignoré pateando los pantalones que llevaba puestos para quitármelos de mala gana.

— ¡Sky, baja ya!

Bufé dando botes para enfundarme en los estrechos vaqueros e ignoré el llamado de mi padre hasta que este se plantó con mala cara en el umbral de mi puerta.

Le miré enfurruñada porque perfectamente me podría haber pillado en bragas.

— "Un estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo".—recitó con claro enfado, mirándome con los ojos como si fueran rendijas mientras me ponía las zapatillas—. Si lo aciertas te llevo en coche, sino, al bus como la mayoría de personas de tu edad.

Mierda, sabía que tenía que acordarme del autor de esas palabras. Era uno de los favoritos de mi padre.

— ¿Platón?

Chasqueó la lengua y negó con la cabeza mientras me hacía señas para que me apresurara. Me colgué la mochila al hombro sin darme cuenta de que estaba abierta, provocando que todos mis libros y libretas cayeran al suelo.

Abrí mis fosas nasales con un incesante deseo de patear todo.

Estúpidos griegos.

— Casi. Sófocles —y sin más corrió bajando las escaleras como si tuviera veinte años—, ¡disfruta del autobús, princesa!

— ¡IR EN BUS NO ES MUCHO DE PRINCESAS, EH!

Pero mi padre ya había cerrado la puerta de un portazo dejándonos a mí y a mis hermanos en medio de la sala. Abrí los ojos como platos al percatarme y salí al porche con los puños apretados.

— ¡PAPÁ, TE OLVIDAS DE ALGO!

Se pensó dos segundos si bajar a por sus hijos o no mas al final, pasó por mi lado rendido, evitando mi mirada de querer maldecirle si no fuera mi padre y cogió a los gemelos del asa de las mochilas, arrastrándolos al monovolumen.

— Ni una palabra a mamá.

Lo miré divertida y hundí los hombros en un gesto desdeñoso.

— Llévame a clase entonces.

Sonreí con malicia en cuanto suspiró asintiendo y con un sándwich improvisado de queso en la mano me subí al asiento del copiloto.

Sky: 1 Progenitores: 0.

Cuando llegué al instituto me encontré con Colin agitando los brazos exageradamente, llamando así la atención de varios estudiantes que pasaban por su lado.

Eso me confundió pues Colin odiaba ser el centro de atención, algo irónico ya que le encantaba interpretar las coreografías en el escenario y disfrutaba del público.
Suponía que difería bastante, ya que en la Sala Carolina al menos nunca nadie hizo comentario alguno sobre su aspecto.

Flores en el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora