Capítulo VI La confesión y un sentimiento latente

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-¿Madre te puedo hacer una pregunta antes de que salgas?

- Dime Emma –Sin prestar mayor atención-

No le gustaba hablar mientras desayunaba, se justificaba afirmando que los momentos de la comida son sagrados y que uno debe disfrutarlos en silencio.

-Pero necesito que seas sincera conmigo.

-Está bien –Gruñó leyendo una noticia del celular- lo seré, como siempre lo he sido ¿Qué quieres saber?

-¿Tú has hablado con los vecinos algo sobre Jhonny y su familia? digo algo referente a su historia o algo que los pudiera hacer cambiar la impresión que tenían sobre ellos.

Soltó su celular y su expresión pasó de ser neutra a estar muy rígida.

-¿Acaso si lo hiciste? –Más que pregunta, afirme- ¿Cómo pudiste difamar a una familia que ni siquiera conoces? eso es caer bajo mamá.... es cruel – exclamé-

-Emma necesito que te calmes y pienses bien lo que dices –Alzando su voz- Dar a conocer mi opinión sobre esa familia a otros miembros de la comunidad es una cosa, ahora, lo que estos hayan querido interpretar ya se escapa de mis manos.

-Desde que diste tu "opinión" –Dibujando unas comillas- todos aquí les han quitado el habla ¿No sientes algún tipo de remordimiento por eso?

-¿Cómo estás tan segura de eso Emma? –Sospechó-

Halló la forma de voltear la conversación y yo tampoco pude responder de inmediato a eso.

-Es evidente –Alegué- esa casa se la pasa sola todos los días, nadie se acerca.

No daba credibilidad a mis palabras

-Emma yo no poseo o tengo el control sobre las decisiones que tomen los demás. Aunque – Lo siguiente hizo que mi cabeza hiciera erupción- no los culpo por querer mantener su distancia, no son como nosotros.

-No, no lo son... ellos no son unos monstruos –Enfaticé en la última palabra-

No entendió en su complejidad el por qué pluralice la frase, pero yo sí... No me sacaba de la cabeza lo sucedido la noche anterior con Petter. Ella solo se levantó, tomó sus cosas y se marchó sin decir más.

Me quedé allí en la cocina, no para desayunar, solo no quería hacer nada. Escuché la puerta abrirse, pensé que mi madre había dejado algo y se había devuelto.

-¿Dónde está la mejor amiga del mundo? -Gritó desde la puerta-

Me levanté a toda velocidad, con un rodillo que pude alcanzar y corrí hasta donde se encontraba. Al verme, la euforia con la que había llegado se desvaneció al instante.

-¿Emma que vas a hacer con? –Asustado-

-¡Eres un idiota!

Lancé el rodillo en dirección a su cara, por suerte para él, no tengo la puntería de Ana y esta terminó pegándole a la pared.

-¿Cómo es que te vas sin decir nada, ni un solo mensaje y a Miss sonrisa perfecta le escribes todos los días desde tu granjita?

-¡Espera! ¡Espera! Te lo puedo explicar –Cerró la puerta, tenía los hombros encogidos-

-¡Si será bueno que expliques ya! –De brazos cruzados-

-La verdad –Bajo la voz- es que no tengo una razón, solo lo olvidé y no pensé que eso te molestaría. Lo siento...

-Thomas, eres peor que un idiota –Suspiré- Pero haré todo lo posible por entenderte, solo porque te he extrañado

-¿Me extrañaste? –Como si fuera algo fuera de lugar-

Una Luna, Dos Caras 3:1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora