Capítulo XIV La Herida Latente

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-No lo puedo creer –Más emocionado que yo- simplemente no lo puedo creer Emma.

-A mí también me cuesta creerlo –Alcé los hombros- es algo que solo... ¿Se dio?

-¿Quién eres? ¿Dónde está mi verdadera Emma? –Sonriendo.

-Ni yo lo sé. ¿Piensas que este mal? ¿Haber pasado esa noche juntos de esa forma?

-Emma al diablo lo que yo crea o lo que todos puedan creer. Solo pregúntate una cosa –Adoptó una postura seria- ¿A ti te gustó? Me refiero a pasar la noche con Petter y poder hablar de esa forma

-Será una noche que recordaré por siempre en definitiva –Encogí la felicidad que me daba el recordarla.

-Entonces Emma, ¡Si estuvo bien! –Me transmitían seguridad.

-¿Dónde está mi amigo Thomas? Jamás te había visto hablar de esa forma. –Sonreímos.

-Creo que nos han cambiado –Viendo al suelo.

-Thomas ¿Cómo sabes si alguien te gusta?

-No soy un experto en el tema, pero te puedo decir lo que yo siento desde que conozco a Ale.

Le clave una mirada y toda mi atención.

-Hay algunas cosas que no sé cómo expresar con palabras aun, pero Emma cada vez que la veo siento que olvido todo lo que me rodea, sale a flote una extraña sensación de felicidad. Algunas veces, cuando hablo con ella, me quedo en las nubes mientras la veo, mi cerebro se desconecta de mi habilidad de razonamiento y digo cualquier cosa rara, muero de pena cada vez que ocurre eso –Suspiró- pero ella me revive cuando me mira y dice que soy increíble.

Era extraño, pero entendía todo lo que me decía.

-He buscado formas de tratar su trastorno –Acomodó sus lentes- Dejó su tratamiento médico porque era más el daño que la mejoría. Sé que es algo que jamás podrá dejar atrás, pero eso a mí no me importa, ni siquiera me molesta, al contrario, yo quiero ser partícipe de ayudarla cada día. Le hice una lista de actividades que puede hacer en su casa cada vez que tenga algún tipo de bajón.

-Thomas eso es muy dulce de tu parte –Conmovida.

-Gracias. Aún no se la he dado, siento que puede pensar que soy un entrometido.

-¿Cómo piensas algo así? Es un gesto muy tierno, no hay la más mínima posibilidad que pueda tomarlo de esa forma.

-Saber eso me ayuda ¿Y tú cómo te sientes cuando estás con Petter?

-Me gustaría decirte todo eso, pero será mejor que les avises para vernos en el bohío.

Era evidente que no quería hablar, si lo hacía, de cierta forma aceptaría que en verdad tenía sentimientos por Petter.

Estando en el Bohío comenzamos a ver todas las atracciones que tiene, desde los columpios hasta las estructuras de plástico coloridas que guardaban similitudes con los castillos.

-Recuerdas cuando jugábamos ahí Emma, ¿En la piscina de arena?

Literalmente es un círculo con un metro de altura y bastante ancho, lleno de arena blanca y en su interior se podían usar los columpios y los toboganes.

-Solo recuerdo a un niño que se comía la arena pensando que era gelatina en polvo.

-Eso jamás pasó así. –Avergonzado-

-Mira – indiqué - en ese columpio te golpeó aquella sobrina de la señora Beatriz ¿recuerdas? Pasaste corriendo por detrás cuando se columpiaba. No dejaste de llorar como por una hora.

Una Luna, Dos Caras 3:1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora