Los días que me acompañaron en mi encierro voluntario estuvieron cargados de apatía, no asistí al colegio, mantuve distancia de mi familia, pero de una forma diferente. Mi falta de apetito daba como resultado que mi madre dejara bandejas con comida en la puerta de mi cuarto, la misma podía pasar horas allí. Escuchaba la voz de Petter reiteradas veces en la casa, jugando con Ana o con Daniel, pero no podía bajar o... ¿No quería? algo ataba mis piernas cada vez que Petter estaba cerca.
Sus mensajes por celular eran constantes, así como mi indiferencia para leerlos. No solo me separé de mi familia y Petter, tampoco quería saber nada de mis amigos más cercanos, los cuales no se daban por vencidos y me visitaban de manera reiterada, nunca dieron un paso dentro de mi habitación.
Desde aquella noche infernal, mi habitación no conocía lo que era el orden, padecía de un aspecto que empeoraba conforme pasaban los días. Colgué unas sábanas donde antes deslumbraban unas cortinas, haciendo uso de dos tubos que sobresalen de la pared. No reconocía si era de noche o de día, solo recurría a las bandejas de comida que dejaban en la orilla de mi puerta cuando el vacío en mi estómago hacía grandes estragos.
No diferenciaba si la soledad era lo que me acompañaba en estos días o si era yo quien la acompañaba a ella. No sabía si el año escolar culminó o si quedaban pocos días para eso. Evitaba cualquier tipo de contacto con mi madre o de informarme al respecto.
Un día, mientras la sábana aún me arropaba, escuché unos golpes en la puerta, era mi madre a quien escuchaba al cesar los golpes. Fue la preocupación que transmitía la que me impulsó a levantarme.
-Hola.
La saludé de forma fría, solo por romper el hielo que se formó al vernos a las caras.
Se veía preocupada, pero a la vez incómoda, sin saber qué decir exactamente para ayudarme.
-Yo... -Suspiró- solo quería decirte que varios de tus amigos están en la sala, quieren saber ¿Cómo estás?
Le costó subir para decir eso, se armó de valor. No quise ser grosera, ni despreciar su esfuerzo por intentar hacerme sentir mejor.
-¿Esta Petter abajo? –Fui directa.
Sonrió, como si por alguna extraña razón tuviera algo de gracia lo que preguntaba.
-No ... y hasta donde yo sé, Petter no es tu amigo... Les diré que bajaras en unos minutos ¿Te parece?
Tardé solo unos minutos en cambiarme, las palabras de mi madre hicieron que algo en mí se despertara y no dejará de preguntarse... cual era en realidad mi situación con Petter, persona por la cual no supe nada durante estos días. ¿Por qué no habrá asistido? Habrá formalizado nuestra separación o es que acaso... simplemente perdió el interés en mí.
Bajé las escaleras pensando y creando nuevas incógnitas del motivo por el cual no estaba presente, todas terminaban en caos.
Se levantaron al verme, las sonrisas sobraban en la sala. Alejandra corrió hasta llegar a la escalera, lugar donde yacía parada, me abrazó de tal forma que pensé que explotaría algo en mí, por obvias razones, no fue así.
Al soltarme, fue como si nadie supiera qué decir, o quizás tenían temor a decir algo que me hiciera dar media vuelta. Extendí la mano en forma de saludos, sonreí por no saber qué otra cosa hacer, en ese preciso instante todos me abrazaron formando una gran masa de personas.
-¿A qué se debe que estén aquí? –Seguía sin saber qué decir.
-¿En serio lo preguntas? –Como si fuera tonta la pregunta- Emma soy tu mejor amigo desde hace años ¡Jamás! He pasado tanto tiempo sin verte o hablarte, te he extrañado como no tienes idea.
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Una Luna, Dos Caras 3:1
TeenfikceEmma una joven Marabina que actualmente enfrenta una dinámica familiar fracturada. Con el pasar de los días en aislamiento, aprenderá que la muerte de su padre no es el final, puesto que con su partida del mundo de los vivos, varios de...