Capítulo IV La Bienvenida

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Los siguientes días tampoco pude dejar de pensar en el señor Johnny y en cómo reaccionamos al hablar de sus hijos, daba por sentado que se percató que conocemos sus antecedentes y eso por supuesto no fue de su agrado. Aun cuando no tenía las mejores referencias, al conocerlo fue receptivo y empático, incluso cuando entramos sin avisar a su posible nueva casa, la misma a la cual no ha regresado desde aquel día. Comencé a pensar que se había arrepentido de comprarla. Necesitaba volver a verlo y poder explicarle todo, pero eso no iba a suceder.

Era hora del almuerzo, pero no tenía ánimos suficientes para bajar, ni el hecho de estar a pocos días del inicio de clases me motivaba para hacer o preparar algo. Luego pensé en Ana, ese pensamiento me dio el empujón que necesitaba para decidirme a dejar la cama, darme una ducha y bajar.

Estando en la cocina me percaté de que ya todos habían terminado, tenía el almuerzo dividido en varias ollas, me serví un poco de cada cosa ya que no me sentía atraída por el olor. Me acerque a la sala y noté que mi madre y Ana estaban juntas, charlando, eso llamó mi atención.

-¡Está bien! Creo que ya tenemos todo lo necesario Ana

-¿La mera verdad? creo que podríamos agregar más cosas.

Desde hace varios días Ana comenzó a adoctrinar diferentes palabras de otros países y las usaba cuando estaba subida de ánimo.

- Ana ya sabes que...

-Madre déjala, es feliz diciendo esas cosas y no le hacen daño a nadie – irrumpí- y ahora necesito que me digan ¿Qué se traen ustedes entre manos?

-No es nada del otro mundo –restando importancia- Como mis vacaciones terminaron pues ya tomé mis pagos semanales, y creo que ya es hora de hacer una compra decente en esta casa.

-¡Yes!- Gritó levantándose de su silla.

-Me agradaría –Confeso mi madre- la idea de ir las tres juntas, como una especie de actividad familiar ¿Qué opinas Emma?

No me sentía en disposición de abandonar la casa, pero Ana se veía emocionada.

El camino hacia el MiniMarket fue rápido y sin mayor conversación. Ana se puso por primera vez su suéter favorito, todo tejido a mano de color azul oscuro como la noche, con una luna en forma de cuna y varias estrellas a su alrededor, no paraba de dar saltos en la parte trasera. Al estacionarnos Ana fue la primera en bajarse del auto y corrió hacia la entrada de puertas corredizas.

-¡Espéranos! –Gritó- pero fueron palabras dirigidas a unos oídos sordos por la agitación-

-No te preocupes madre, no le pasara nada. Solo está muy animada.

Sin necesidad de expresarlo en palabras, su rostro ayudo a entender su poca aprobación.

Una vez dentro, Ana ya tenía una cesta en sus manos con varias de sus galletas favoritas y daba la sospecha que no se iba a detener, era bueno verla alegre después de tanto tiempo.

-¡Emma mira! ¡Son mis chocolates favoritos! Voy a meter dos de estas hermosuras –Fue un triunfo para ella-

Mi madre fue a los estantes de comida, hasta para ella, un almuerzo basado solamente en pasta era toda una tortura. Por mi parte, solo caminé por los pasillos, actuando como si estuviera viendo los productos, cuando en realidad solo pensaba. Una de mis ideas más recurrentes era si estaría bien hablar con mi madre respecto a lo sucedido en la casa de los Coleman.

-¡Hola Emma! –Era una voz conocida a mis espaldas-

-Hola Anthony ¿cómo estás? –sin denotar ningún tipo de emoción.

Una Luna, Dos Caras 3:1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora