Capítulo V Un mar oscuro

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Los siguientes días mi madre hizo hasta lo imposible para evitar que saliera de la casa, sacaba la basura por el patio, regaba las plantas, al asomarse el amanecer ella ya había salido a hacer sus oficios y así poder regresar temprano, era una cárcel, al acercarme a la puerta ella salía de la nada solo para preguntarme a dónde iba. Tampoco sabía nada de Thomas, ya que no había puesto un pie en la casa desde el día de la mudanza y no respondía a mis mensajes. Tuve el presentimiento que mi madre le había hablado a mis espaldas para que tomara su distancia y si ese era el caso, ¿Era tan cobarde como para solo aceptarlo? Sé que puede ser muy intimidante, pero ¿abandonarme de esta forma? Necesitaba respuestas y al mismo tiempo necesitaba con urgencia aire fresco.

Ideé un plan, lo pondría en marcha durante la noche, solo cuando Ana y mi madre estuvieran dormidas. Me escaparía de la casa e iría a casa de Thomas, para encararlo y saber qué es lo que estaba pasando.

Al caer la noche, al igual que en las anteriores, cené en mi habitación, me dirigí a la cocina para lavar los platos, pero solo era un pretexto para verificar que estuviesen ambas en sus cuartos. Hice el mayor silencio posible para no levantar sospechas, dejé los platos sucios en la mesa de la sala y tomé las llaves, me dirigí a la puerta del frente haciendo el menor ruido posible.

Logre salir sin inconvenientes, cerré la puerta dando varios pasos hacia atrás sin quitar la mirada de la manilla, estos eran muy lentos, por un instante me costó creer lo que estaba sucediendo en realidad. Hice un gesto que denotaba que mi plan había funcionando al máximo y justo al voltearme.

-¿Sueles escapar de tu casa usando siempre esa pijama o es que hoy es un día especial?

Intenté no hacerlo, pero un pequeño grito salió de mi boca, deseé con todas mis fuerzas que nadie de mi casa se despertara.

-¿Qué diablos te pasa Petter? –Exploté- ¿Por qué estás aquí a estas horas? ¿Qué acaso estás loco o qué? ¿Y por qué estás en mi porche? –Exaltada y moviendo mis manos todo lo que se pudiera-

-Me gusta dar unas vueltas en el parque de noche y esta hora es perfecta porque nunca hay nadie. ¿Qué hago en tu porche? Pues desde hace unos días quería hablar contigo, pero nunca sales de tu casa, así que te vi saliendo de una forma muy graciosa y decidí venir a verte.

El enojo que tenía se había disipado y en su lugar sembró en mí la incertidumbre.

-Sí bueno, está bien, pero la próxima vez procura no asustarme de esa forma –Solté una risa, más de vergüenza que de alegría-

-Lo siento, creo que debí pensarlo mejor –No disimulaba su risa-

-¿Y para qué querías verme?

- Ah sí eso –Su risa desapareció- La primera vez que nos vimos, es decir el día que nos mudamos, creo no te di la mejor impresión, ese día estaba un poco enojado y sin ánimos de hablar, por lo que no fui del todo cortes.

-En realidad no tienes de qué preocuparte, si es por eso, yo no lo sentí así.

-Está bien... -Extrañado- ¿Y qué haces? ¿Por qué escapas de tu casa?

-¿Escapando yo? – Mis nervios me ganaron- ¿Qué te hace pensar eso?

-No lo sé ¿Quizás el hecho de que sales con miedo y hablando muy bajo? – Expresó con ironía-

- Bueno, está bien ¡si me estoy escapando! Pero por favor, no le digas a nadie

-¿A quién se lo podría decir? Todos aquí fueron muy amables con nosotros, pero de un momento a otro dejaron de acercarse, por la mañana cuando nos encontramos por la acera o saliendo de la urbanización todos se dan la vuelta, es como si hubiéramos hecho algo que los haya ofendido.

Una Luna, Dos Caras 3:1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora