Capítulo XXIX Una Bala Esquivada

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Desde el marco de su puerta la podía observar, daba la impresión de que estaba navegando los mares de un rotundo y plácido sueño, del cual quizás no quería despertar, era una lástima, ya que eso solo me alentó aún más a tomar el impulso de correr hasta donde estaba y dar un gran salto. Se elevó un poco, por un segundo pensé que se caería en el suelo, por suerte no fue así.

¿Qué pasó? –Alterada.

-¡Feliz cumpleaños hermanita! – Respondí con entusiasmo.

-¡Eres la peor hermana del mundo! - Gritó más fuerte de lo que pude imaginar.

Fueron unos segundos en los cuales vi volar almohadas y algunos calzados por todo el cuarto, presumo que con la intención que alguno impactará sobre mí.

-¿Qué clase de inicio de cumpleaños es este Emma? Estaba soñando que me regalaron un pony con alas y tú lo arruinaste –Con voz grave.

-¿Un ponny? –No contuve la risa.

De nuevo tiraba cualquier tipo de objetos, pero en esta oportunidad afinó más su puntería.

-No seas gruñona. Párate y cepíllate. Tu primer regalo te espera abajo y debes tener los dientes limpios para recibirlo.

La seguí hasta el baño, sus pasos eran grandes zancadas, tiró la puerta antes de que pudiera entrar, tardó unos cinco minutos en salir; continuamos el camino hasta la sala.

-Por tu bien, espero que sea algo bueno el regalo –Gruñó.

-¿De dónde sacas esas frases? –Me tomó por sorpresa.

Pero antes de poder responder o emitir algún tipo de comentario con aire amenazante...

-¡Feliz cumpleaños pequeña malvada! –Dándole un gran abrazo a Pet.

Al cabo de unos segundos fue hasta donde se encontraba nuestra madre y le dio un abrazo también. Vio a Thomas sentado, él le abrió los brazos esperando a que se acercara, pero esta lo omitió.

-Eso es lo que toda madre espera el día que cumple años su hija-inquirió- Ser el segundo abrazo detrás de su vecino.

-Al menos a usted la abrazó señora Cecilia –Refunfuñando.

Buscó en la cocina una bandeja que estaba tapada, le pidió que tomara asiento y la colocó delante de ella.

Levanté la tapa con entusiasmo, quería ver su expresión al darse cuenta de que sería su primer regalo del día.

-¡Taaan taaaan! –Fue como un canto acompañado de gestos con mis manos.

La expresión de Ana no me defraudó, estaba eufórica al ver su desayuno preferido, servido a la perfección con sus acompañantes ideales. Era una montaña de panquecas y de complementos que podía elegir, entre ellos chocolate untable, miel de maple, salsa de tomate ya que por alguna extraña razón le tenía simpatía a la mezcla y por último queso amarrillo rallado.

-Solo por hoy tienes permiso de comer cuanto quieras y como quieras, pero procura no abusar ¿Entendido? –Fue como si mi madre lamentara la idea.

Se podría decir que fue más el tiempo de su preparación que lo que duraron en el plato, no quedó ni la sombra de lo que hasta hace algunos minutos era una montaña, pero una vez al año no debe ser alarmante.

Tomó a Petter por la mano y lo arrastró a la sala, donde le pidió jugar con ella usando una de las consolas de Daniel, daban la imagen de ser dos hermanos jugando para ver quién era mejor conduciendo el auto del video juego.

Mi madre observó la escena que dibujaban Petter y Ana, se aseguró que ambos estuvieran concentrados en su juego antes de empezar a discutir el resto del plan.

Una Luna, Dos Caras 3:1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora