Capítulo XI El Recuerdo de una Caricia

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Ana y yo bajamos a la cocina sin perder más tiempo, nos dimos cuenta que mi madre se encontraba en la sala, viendo una serie en la Tv.

-Haremos la cena ya ¿Te parece?

-Si claro, por mí no hay problema –Sin quitar la vista de la pantalla.

La hicimos rápido. Le servimos a mi madre e iniciamos el camino a mi habitación.

-¿Van a subir con tres platos de comida? –Se percató del plato extra que llevaba conmigo.

Me quedé paralizada.

-Hoy tengo más hambre de lo normal, debe ser por todo lo que jugué en la plaza.

-Pero come despacio, ¿Sí? No quiero que pases la noche con dolor de estómago.

-¡Tu mandas! –Gritó.

-Eres una pequeña mente maestra –Le reconocí.

-Dime algo que no sepa –Alagada.

Nos sentamos en el piso los tres y nos dispusimos a disfrutar de la cena. Aun cuando tenía una mesa que podíamos usar para comer, era más agradable hacerlo así.

-Este sándwich con queso es de otro mundo.

-¿Gracias Petter? – En el fondo sabía que era con cierto sarcasmo.

-Oh sí, es una maravilla la forma en la que Emma cortó el queso Petter, tan perfectamente desproporcionado, ¿Qué habrá en cada mordida? ¿Pan con un vacío o pan con una gran masa de queso? Es un misterio.

Sonreiremos, me hallaba tan feliz que las bromas sobre mis habilidades en la cocina no podrían enojarme.

Bajé los platos y Ana se quedó en el cuarto. Mi madre seguía en la sala.

-¿Esa serie te tiene atrapada? –Pretendía averiguar en cuánto tiempo subiría.

-Es de mi infancia y están repitiendo todos los capítulos –Alegre- Es casi un milagro y apenas van por la mitad.

-Eso suena genial –Esto no estaba encaminado a nada bueno.

-Emma ya son las 9:00 de la noche, pídele a Ana que se acueste pronto

-De acuerdo.

Al darle la noticia a Ana, no se la tomó muy bien, pero era preciso que lo hiciera o quizás mi madre podría entrar al cuarto para buscarla. Le dio un abrazo a Petter y le deseo buena suerte.

-Tal parece que estaremos aquí un rato –Comenté- Mi madre está viendo una serie de cuando era joven –Intenté sonar relajada.

-Tienes una hermana increíble.

-¿Ana? Si, si lo es. Le caes bastante bien, con Thomas tardó mucho en aceptarlo en la casa y mucho más en hablarle.

-Quizás algún día tú también puedas ser amiga de Alejandra.

-Eso me agradaría, sobre todo porque a Thomas le importa mucho.

Los temas de conversación se agotaban y el silencio se apoderó por un momento de mi habitación.

-Hace varios días, la vi –No soportaba el silencio- Era un día bastante lluvioso, pero ella salió con una silla de playa y se acostó en su entrada, con todo y que parecía un gran diluvio ¿Eso a que se debió?

-Desde que la conozco –Se levantó del piso, abrió la puerta corrediza y salió al balcón- siempre ha escuchado voces en su cabeza, desde pequeña le han dicho cosas terribles.

-¿Voces producto de su trastorno? –Curiosa.

-Sí, Son muy pocos los casos en niños y es aún más difícil que la diagnostiquen a tan corta edad ¿Sabes lo que eso significa?

Una Luna, Dos Caras 3:1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora