Margarita
Él dejó de jugar con el buzo y lo puso en la cama. Su semblante relajado cambió a uno serio. Me observó con atención. Percibí que sus ojos atravesaban mi mente y descubrían el gran error que había cometido semanas atrás.
Empecé a sentir hormigas en el estómago, mientras una gran verdad pugnaba por salir de mi boca. ¿Era tan evidente todo?
Tuve unas grandes ganas de llorar, de gritar, de maldecir y, sobre todo, de pedirle perdón. Cogí el respaldar de mi silla con ambas manos, mientras le ordenaba a mi boca que soltara las palabras que quería gesticular, pero me era imposible. Había enmudecido de improvisto. ¿Qué diablos me ocurría?
Podía percibir las pulsaciones de mi corazón en mis sienes, las cuales resonaban cada vez más fuerte. Por un instante, creí que mi cabeza me iba a estallar.
—¡Estaba bromeando, tonta! —acotó, tan tranquilo como siempre y sonriendo... al fin.
Como nunca, adoré esa sonrisa en su rostro, mientras sentía que la respiración volvía a mí. Mi corazón dejó de bombear como un motor acelerado a mil por hora.
—Cuando mi viejita estaba embarazada de Memo, bajó de peso hasta el tercer o cuarto mes.
Siguió hablándome que sabía muy bien de estos temas, porque de niño acompañó muchas veces a su mamá al ginecólogo para sus chequeos rutinarios. Al bajar tanto de peso, el médico le recetó tomar vitaminas.
Por un instante, pude ver un atisbo de seriedad dentro de su mirada tan relajada, mientras seguía contándome sus anécdotas maternas ¿Era eso o figuraciones mías? ¡Dios mío!, el estrés por mi mentira estaba carcomiéndome por dentro.
El llamado de Paula puso fin y alivio a mi tortura . Un momento, ¿dije tortura? Porque era la primera vez que me producía tanto agobio tener a Luis así, de frente, observándome tan amoroso como siempre, pero sin saber si él sospechaba algo, en una cruel ironía de lo que nuestra relación se estaba convirtiendo para mí.
—Creo que tu amiga te aclama. —Inclinó la cabeza y me extendió un buzo de color negro con rayas azules—. Esto le debe quedar, es lo más «ancho» que he encontrado aquí —continuó bromeando al extender aquel por la parte del talle de la cintura.
Traté de sonreír ante su ocurrencia, tal y como lo hubiera hecho antes, pero no pude. Era una simple autómata que actuaba por reacción y sin razonamiento algo.
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Esperé en la sala hasta que Paula se aseara. Podría haberme ido a dormir, ya que dudaba de que estuviera más locuaz de lo que había estado antes; pero, por los miedos que comencé a sentir debido a mi reciente charla con Luis, decidí no regresar, no en ese momento. Sin embargo, tal y como lo había previsto, cuando mi amiga volvió, nada había cambiado, solo su peinado y vestuario, los cuales habían dejado toda su elegancia; todo lo contrario a su rostro, el cual se mostraba tan sombrío como antes.
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El secreto de Margarita [Saga Margarita 2] - [GRATIS]
ChickLitContinuación de «Decídete, Margarita» (la cual la encuentran en mi perfil). No recomiendo leer esta parte sin haber leído su antecesora. ****** Luego de que Margarita y Luis se reconciliaran, y del gran error que ella cometió esa noche -producto de...