Margarita
Abrí mis ojos de par en par. Ok, no era que esperara que me confirmase que estuviera embarazada, o quizá sí, pero no por los buenos motivos (todavía la sombra de los celos de aquella noche me embargaba de cuando en cuando). Había leído que mi retraso podría deberse a varios motivos: estrés, cambios hormonales y demás. Sea el que fuera, no debía significar gran cosa del que yo debiera preocuparme.
—Entonces —contesté—, es una falsa alarma, ¿no? Nada de qué preocuparse. —Sonreí tratando de mostrar una falsa calma.
Ella sacudió la cabeza, ¿con lástima?
—Ese es el problema, Margarita.
—¿Qué quiere decir?
—Sí, debes preocuparte.
La doctora inclinó su cabeza hacia mí. Su semblante jovial desapareció para dar paso a uno serio. ¡Esto no me gustaba nada!
Toda mi cabeza me sudaba sobremanera. Apoyé mis manos sobre mis rodillas para secarlas con mi vestido. Todo mi cuerpo temblaba.
—Los niveles de hierro en tu sangre —prosiguió mientras volvía a revisar los papeles que tenía delante de sí— son muy bajos, así como los de vitamina B-12, de folato y de cobre. Los análisis me indican que tienes anemia, ¡por Dios! —Tragué saliva—. ¿Te alimentas bien? —Me miró con preocupación—. Estás muy delgada para tu edad y tu tamaño.
—Bue... bueno, lo normal diría yo. La verdad es que yo... —Ladeé la cabeza, avergonzada.
—¿Sí? —Movió la cabeza para animarme a continuar.
—La verdad es que no le presto mucha atención a mi alimentación.
—¿Te alimentas cinco veces al día?
—¿Cinco? —dije, boquiabierta.
—Por lo menos ¿comes tu desayuno, almuerzo y cena?
—Bueno, me despierto con la hora justa para cambiarme e ir a trabajar. A veces, cuando me muero de sueño, solo me tomo un café en el camino y ya está.
—¿Qué hay sobre tu almuerzo y cena?
—Hay días en que me salto el descanso porque prefiero quedarme a trabajar. Me concentro mejor sin el ruido de la oficina.
Ella movió la cabeza con desaprobación.
—Entonces, ¿nunca almuerzas tampoco?
—¡No, nada que ver! —me apresuré en aclarar—. Hay veces que sí.
—¿Y qué comes?
—Ensalada... frutas... Algo que no sea tan pesado para mi estómago y me dé ganas de siesta en la tarde. Usted sabe, necesito mantenerme con mis cinco sentidos hasta la salida.
—¿Y de cena?
Me encogí de hombros.
—Cuando me acuerdo de comer, pues... —respondí sin pensarlo mucho. Al darme cuenta de que mi sinceridad me había ganado, mis ojos se toparon con la mirada de reproche de la doctora—. Un yogur o una fruta. ¡Es que a veces llego tan cansada del trabajo, que solo me apetece echarme en mi cama, taparme y ver televisión hasta el día siguiente! —exclamé y moví mis brazos tratando de sonar convincente, pero no fue así.
La ginecóloga seguía mirándome con desaprobación. De pronto, se alzó y se dirigió a una pequeña gaveta. Sacó unos papeles del primer cajón de aquel y me los hizo llegar.
—Mira, debes hacer unos cambios en tu alimentación con urgencia. Aquí tienes una tabla que...
Me dio una detallada explicación sobre qué valor de hierro tenía cada alimento, cuáles debía potenciar y cuáles reducir en mi consumo diario; lo mismo para la vitamina B12, folato y cobre. Finalmente, me recetó un suplemento de hierro y demás en los que tenía deficiencia alimenticia, no sin antes decirme que quería verme en tres meses, previos unos nuevos análisis de sangre que debía hacerme para monitorear cómo iba.
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El secreto de Margarita [Saga Margarita 2] - [GRATIS]
ChickLitContinuación de «Decídete, Margarita» (la cual la encuentran en mi perfil). No recomiendo leer esta parte sin haber leído su antecesora. ****** Luego de que Margarita y Luis se reconciliaran, y del gran error que ella cometió esa noche -producto de...