Luis
Me quedé estupefacto.
—¿Qué dices?
Ada agachó la cabeza.
—¿Te acuerdas de Augusto?
Ladeé la cabeza, para hacer memoria. Según me habían contado tiempo atrás, mi concepción no fue una común.
Antes de que yo naciera, tuve un hermano mayor que se llamaba Augusto. Durante toda su vida fue bastante enfermizo. Posteriormente, se enfermó de una leucemia muy agresiva y necesitaba con urgencia un trasplante de médula para seguir viviendo. Como ni mis padres ni mi hermana eran compatibles con él, finalmente, mi hermano murió a los diez años. Demás está decir que su fallecimiento dejó a mi familia destrozada, pero si se creía que esto sería todo, estaban equivocados.
Años después, la bruja también desarrolló leucemia. Para buscar una cura, los médicos les dijeron a mis papás que la única solución para que ella sobreviviera era que tuviera otro hermano que le pudiera trasplantar una médula, ante la incompatibilidad que tenía mi hermana con la de ellos.
Como Ada ya no tenía hermanos vivos, mis papás estaban ante una disyuntiva. Fue ahí que se arriesgaron y decidieron concebirme, aun cuando no había un 100% de probabilidad de que fuéramos compatibles. Sin embargo, para la buena suerte de todos, luego de yo nacer y al hacerme las pruebas respectivas, era compatible con mi hermana. Finalmente, ni bien se pudo, le hicieron un trasplante de mi médula.
Desde que me enteré de aquello, tuve un motivo más para que mi autoestima llegara al tope, al considerarme a mí mismo como una especie de «niño milagro» para la familia. Incluso, más de una vez, cuando tenía una pelea con Ada, le sacaba en cara que me tuviera más respeto porque gracias a mí ella vivía, a lo que me respondía con un almohadazo en la cara. ¡Qué injusto!
—¿Y qué tiene que ver nuestro hermano mayor con lo de papá?
Había tratado de hacer memoria con todo lo que me habían contado y sería que algo se me escapaba o tenía Alzheimer juvenil, pero no recordaba nada que tuviera relación con la enfermedad de corazón de mi viejo.
—Hasta donde sé, Augusto no solo murió por la leucemia, sino también por complicaciones al corazón, entre otras cosas.
—¡Mierda! —Enarqué la ceja—. Sí que tuvo mala suerte el pobre, ¿no?
Ella asintió, triste.
—Siempre me dije que Augusto no era para este mundo, era tan bueno y lindo, con su pelo ensortijado y sus ojitos azules... Parecía de esos angelitos que hay en las imágenes religiosas.
La vista de Ada se volvió brillosa al tiempo que volví a pensar que me hubiera gustado tener la oportunidad de conocer a mi hermano mayor. Y hubiera seguido en esos pensamientos, de no ser porque me urgía saber qué relación tenía la muerte de Augusto con lo que le había pasado a papá. Fue así que le formulé la pregunta a mi hermana y ella me puso al tanto de todo:
—Se puede decir que la leucemia de Augusto provocó que los médicos no le dieran la suficiente importancia a otras enfermedades que él tenía, entre ellas, la del corazón. Y no fue hasta que papá tuvo un preinfarto que...
—¡Dios santo! —exclamó Margarita, compungida.
—¡Espera, bruja! ¿Cuándo fue que el viejo tuvo un infarto?
Ada me miró, indecisa.
En este instante, mamá se asomaba por el pasadizo. Pero, antes de que se acercaba donde estábamos, le pedí a Margarita que se hiciera cargo de ella.
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El secreto de Margarita [Saga Margarita 2] - [GRATIS]
ChickLitContinuación de «Decídete, Margarita» (la cual la encuentran en mi perfil). No recomiendo leer esta parte sin haber leído su antecesora. ****** Luego de que Margarita y Luis se reconciliaran, y del gran error que ella cometió esa noche -producto de...