Margarita
El día de mi última conversación con Luis, me sentí morir. Sabía que él era muy apegado a este tipo de celebraciones. Cuando era niño, hacía la cuenta regresiva en el calendario que adornaba la puerta de su casa. Se ilusionaba muchísimo preguntando a los mayores, yo incluida, qué era lo que le íbamos a regalar para su cumpleaños. Al recordar esto, el pesar de saber que no estaría junto a mi enamorado en su cumpleaños se incrementó.
Cuando mamá volvió a casa, luego de yo hablar con Luis, me preguntó qué me pasaba, ya que yo estaba llorando. Le inventé cualquier excusa, mas no se lo tragó. Esa noche, continuó con sus preguntas. Aún no sabía cómo, pero hice un gran esfuerzo para aparentar que todo estaba bien.
Durante todo este tiempo de «cuidado materno», yo no había tenido oportunidad de comunicarme con Luis. Desde que mamá se había mudado conmigo, ella no había salido de casa, ya que había hecho todas las compras necesarias; quería acompañarme y cuidarme en todo momento. Si bien era un gesto noble de su parte, me provocó una ansiedad tal por no poder sacármela de encima. Y así fue hasta que llegó el día del cumpleaños de mi enamorado.
Cuando el reloj de mi sala marcaba las 18:00 horas., la desesperación me carcomía. La noche se asomaba y no había oportunidad de poder felicitar a Luis.
Con la ansiedad embargándome, se me ocurrió una salida. Fingiría que me dolían los ovarios y le diría que necesitaba unas pastillas con urgencia. Así, obligaría a mamá a ir a una farmacia, con los preciosos minutos de libertad que aquellos significaban para comunicarme con Luis. Pero, mi plan se torció.
—Si te sientes tan mal, debo llevarte a la clínica urgentemente —dijo mamá mientras tomaba las llaves de mi departamento. ¡Dios santo!
—¡No exageres! —acoté—. Con que tome algo, se me pasará.
—No. Estás que te retuerces de dolor. Debe verte el doctor.
—En serio, por favor, solo necesito una pastilla. ¿Puedes comprármela?
—Nada de eso, te llevo a la clínica ahora. Llamaré a un taxi.
Mientras cogía el teléfono de mi sala, la desesperación me desbordó.
—Insisto. No quiero ir a la clínica.
—¿Qué dices? Lo mejor es que te ve vea un médico.
—Repito, solo necesito tomar algo para que me calme el dolor.
—Pero... —dijo mientras me miraba con ojos inquisitivos. Tragué saliva.
—¿Sabes qué, mamá? ¡Haz lo que quieras! —alcé la voz mientras movía mi silla de ruedas con dirección a mi cuarto—. ¡Ya me tienes harta!
Oí que me llamaba, pero la ignoré. Cerré la puerta de mi cuarto, la cual ahogó los llamados de mi madre.
La gran pena que tenía por no poder hablar con Luis hizo que viera a mi madre como la culpable de todas mis desdichas. Y creía estar en lo cierto. Si ella no hubiera decidido mudarse conmigo, no tendría yo que hacer todo este teatro.
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El secreto de Margarita [Saga Margarita 2] - [GRATIS]
ChickLitContinuación de «Decídete, Margarita» (la cual la encuentran en mi perfil). No recomiendo leer esta parte sin haber leído su antecesora. ****** Luego de que Margarita y Luis se reconciliaran, y del gran error que ella cometió esa noche -producto de...