Margarita
Varios días pasaron. ¡Ese lunes era la audiencia judicial de mi divorcio!
No sé cuántas veces me observé en el espejo para percatarme de que estuviera presentable: que si mi moño estaba bien, que si mi traje era el adecuado, que si mis zapatos combinaban con lo que llevaba, que si mi maquillaje era lo suficientemente sobrio... Cuando caí en la cuenta —gracias a que recibí una llamada de mi abogada— había pasado más de una hora desde que yo había salido de la ducha e iba con retraso.
—Buenos días, Margarita. ¿Vas a ir a la oficina? Yo ya estoy yendo y mi secretaria me ha informado que todavía no has llegado.
—Buenos días —dije aún aturdida—. Sí, disculpas. Tuve un pequeño retraso, pero ya estoy en camino —agregué mientras buscaba mi cartera—. Debo de estar llegando en media hora.
—Ok, solo quería asegurarme de que ibas a ir.
—Sí, claro que iré. —Salí rauda de mi cuarto—. ¡Por supuesto que iré!
—Si faltas y no acude tu marido, se da por entendido que aceptas de buena gana lo que el tipo te pide, ¿ok?
—Oh, no. ¡Por Dios! ¡Eso nunca! —repliqué, indignada.
Me acordé de las demandas e improperios que César había dicho de mí. Jamás aceptaría a sus requerimientos, ¡ni aunque estuviera loca!
El estómago me ardía tanto, que me dieron ganas de lanzar mi bolso contra el suelo, zarandearme encima de aquel, imaginándome que estaba pisando el rostro insoportable de César, quien me miraba sarcástico. Tanta era la rabia que me invadió, que di un portazo al salir de mi casa.
—¿Estás bien? —El tono de voz de Nozomi había cambiado—. Me pareció escuchar un fuerte ruido. ¿Te has ha caído o algo?
¿Ella se estaba preocupando por mí? ¿Era que acaso en un día como hoy, por fin, me demostraba algo de humanidad?
—Bueno, no. Estoy bien... —respondí cuando ya estaba dentro del ascensor—. Es solo que...
—¡Genial! —me interrumpió—. Porque si te pasa algo y no puedes ir, ¡me hubieras hecho perder el tiempo! —¡¿Cómo?!—. Y tiempo perdido... significa dinero perdido, ¿ok?
Me pareció que una mosca podría entrar a mi boca, por lo abierta que estaba.
—S... sí
—Aunque, claro, igual me debes pagar mis honorarios, ¿ok? No te olvides de darle a mi secretaria lo pactado, haya o no haya audiencia judicial. Tú sabes, si hubiese cualquier imprevisto, esto no es mi culpa, ¿bien?
La puerta del ascensor se abrió. Uno de los vecinos entró y me pareció oírle algo. Cuando me volvió a preguntar por tercera vez si subía, recién volví de mi aturdimiento. Salí del ascensor y me dirigí a la puerta.
No sabía qué era peor: o encontrarme con César o poner algo tan delicado como mi divorcio en una abogada tan inescrupulosa como la mía.
✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿ ✿
Ya en los locales de los juzgados de familia, todo transcurría dentro de lo previsto. A pesar de salir con las justas, gracias al taxista que me tocó, quien manejaba como si estuviera en la Fórmula 1, llegué con bastante tiempo de sobra. César todavía no se encontraba. De esta manera, el transcurrir de los minutos, por saber que me volvería a cruzar con él, se me hicieron eternos.
Nozomi optó por ir a una de las ventanas para poder fumar con tranquilidad, no sin antes informarme que, ni bien yo escuchara mi nombre por parte de algún trabajador de los juzgados, le pasara la voz para que se ella acercara a hablar con este. Pero ¿acaso no era mi abogada la que debía estar pendiente de estos detalles?
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El secreto de Margarita [Saga Margarita 2] - [GRATIS]
ChickLitContinuación de «Decídete, Margarita» (la cual la encuentran en mi perfil). No recomiendo leer esta parte sin haber leído su antecesora. ****** Luego de que Margarita y Luis se reconciliaran, y del gran error que ella cometió esa noche -producto de...