Luis
Me quedé pegado al suelo. No sabía qué hacer.
Pero ¿qué hacía esta mujer aquí? ¿Acaso mi hermana no había terminado su relación con el tal Humberto? ¡¿Qué mierda estaba pasando?!
—Tú... —afirmó la señora con un tono de desprecio mientras se encaminaba hacia donde estaba Ada. La mezcla de rabia y odio que había en sus ojos era palpable, a pesar del largo flequillo que le cubría aquellos.
Como acto reflejo, retrocedí para cubrir a mi hermana. Bendije que se me hubiera ocurrido bajar antes que ella por las escaleras.
—Veo que no tienes reparos en usar a tu familia; primero, para mentirles y luego, esconderte —masculló la mujer—. Obvio, alguien como tú no tiene la dignidad de afrontar las consecuencias de ser una vulgar robamaridos.
—¡No le permito que se dirija así a mi hija y menos en mi casa! —alzó la voz papá mientras me secundaba en proteger a Ada—. ¡Váyase de aquí!
—Me iré, claro que me iré —la tipa retrocedió—, pero luego de que ponga en su lugar a esta...
—¡Señora, modere sus palabras!
Mamá se colocó al lado de papá, pero la señora no se intimidaba. Al contrario, la furia en sus ojos combinada con sus lágrimas parecía un río de lava.
—¡A mi casa no va a venir con esas actitudes, menos a insultar a mi hija! ¿Quién se cree que es usted?
—A tus padres podrás engañarlos, pero yo sé muy bien quién eres de verdad, Ada Villarreal: alguien a quien no le importó encamarse con un hombre casado, mi marido. ¡Eres una perra!
De pronto, un sonido que retumbó en todas las paredes me obligó a cerrar los ojos. Cuando los abrí, lo que tenía frente a mí era tan surrealista, que tuve que pestañear los ojos para confirmar lo que veía.
Mamá quería lanzarse encima de la mujer, pero era contenida por mi viejo. El gesto en su rostro de ella era la fiel representación de la rabia, pero no podía decir lo mismo de mi papá: tenía el ceño fruncido y la cabeza ladeada, pensativo.
—¡Mamá! —dijimos Ada y yo al mismo tiempo.
Mi hermana se había zafado de mi agarre para dirigirse hacia la extraña.
—¡Vamos afuera! —le ordenó.
—Solo por sus años, no le respondo como debe, señora —afirmó la mujer mientras se sostenía la mejilla en donde había recibido la cachetada—. Yo, al contrario de su hija, sí tengo educación.
—Elizabeta —Ada insistió al tiempo que sostenía la puerta principal de la calle—, vamos afuera.
—Tienes suerte de tener unos padres que te defienden, a pesar de ser quién eres.
—¡Que te he dicho «afuera»! —alzó Ada la voz ligeramente.
—¿Qué pasa? —Se rio, sarcástica—. ¿No quieres que se enteren tus padres de quién eres de verdad...?
—¡Aquí no! ¿Está claro? —habló mi hermana con un pavor que le congeló todo el rostro.
—...Que eres una que no tuvo remordimientos de meterse con mi marido, a pesar de mi embarazo.
La mujer se levantó la blusa. Todos nos quedamos boquiabiertos.
A simple vista, uno no podría intuir su estado. Elizabeta era una mujer bajita, más que Ada inclusive. De contextura gruesa, podría confundir a más de uno, pero ahora ya no había mayor duda. Lo que se apreciaba en ella no era por motivo de su sobrepeso. Y aunque yo no sabía nada de embarazos, su abultado estómago era más grande que el que había visto en las fotos que me mandó Diana hacía unos días. Aquella debería tener unos seis o siete meses de embarazo.
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El secreto de Margarita [Saga Margarita 2] - [GRATIS]
ChickLitContinuación de «Decídete, Margarita» (la cual la encuentran en mi perfil). No recomiendo leer esta parte sin haber leído su antecesora. ****** Luego de que Margarita y Luis se reconciliaran, y del gran error que ella cometió esa noche -producto de...