Luis
Iba a «reencontrarme» con Margarita. Y digo «reencontrarme» porque, a pesar de que creía que no la vería por su accidente, al final, sí que nos la habíamos ingeniado durante estas tres semanas... y de qué manera.
Por alguna razón desconocida, me gustaron mucho estos encuentros furtivos, cortos, pero intensos, que habíamos tenido. Tanto fue así que, en estas semanas viví de un modo más apasionado que nunca mi relación con ella.
Las pocas ocasiones que tuvimos para estar juntos fueron muy pero muy placenteras, sobre todo porque, al estar tan ansioso por estar con ella, cuando ni bien se daba la oportunidad, yo iba directo al grano; aun cuando nos encontrásemos en peligro de ser descubiertos como en mi fiesta de cumpleaños, lo cual le dio mayor sazón al asunto y me di cuenta de que me gustaba probar situaciones de este tipo. Ok, no me anden pensando cosas raras, que aquí no voy a hablar de detalles íntimos. Pero, lo único que sí les puedo decir es que, entre Margarita y yo la conexión sexual subió a un siguiente nivel: el del deseo y necesidad mutua sin límite alguno. Cada vez que nos veíamos, la pasión e intensidad de nuestros encuentros era continuo y creciente.
Así, sintiéndome plenamente realizado con mi pareja, a nivel emocional, físico y sexual, solo faltaba una cosa más: el mostrarnos ante nuestra familia sin miedos y temores. Pero, como no todo podía ser un jardín de rosas (o de margaritas, valga la tonta ironía), se dice que no todo es perfecto en esta vida, y mi relación con ella así era.
Cuando la fui a buscar, todo se mantuvo como siempre en ella: con temores, dudas e incertidumbres de mostrarnos libres a los demás. Al darme cuenta de que aquellos no se disipaban, resolví no insistir. Y así se mantuvo mi actitud en los días venideros.
Semanas atrás habíamos peleado por mi insistencia. No quería que se repitiese esto. Ya bastante habíamos tenido en extrañarnos horrible como para tener que pasar por lo mismo otra vez en tan poco tiempo. Nuestra relación estaba madurando y se encontraba en un buen momento, tanto física, emocional y sexual, como para que yo la fregase con mi insistencia. Fue así que resolví darme una «tregua» hasta que viera en ella la madurez necesaria para poder afrontar las cosas.
¿Dije madurez en Margarita? ¿Estamos hablando de una mujer de veintiocho años, independiente económicamente, que vive sola, divorciada y con toda la experiencia que esto conlleva? Aunque suene contradictorio, en algunos aspectos de su vida ella no había madurado. De esto me estaba dando cuenta, aunque estaba aprendiendo a aceptarla, porque con sus virtudes y defectos mi enamorada me demostraba que era un ser humano como cualquier otro, y ya no la mujer que por tantos años había idealizado.
Al principio, esto me chocó, no les voy a negar. ¡Y es que yo la tuve a ella en un pedestal!
La Margarita que yo recordaba de niño, y con la cual había soñado durante todos años, era una chica bondadosa, tierna, generosa, pero, sobre todo, sabia. Ella siempre había sabido darme la palabra exacta o demostrarme la actitud verdadera para poder enfrentar las adversidades o cosas cotidianas de la vida: como darme el regalo adecuado para dejar de romper las muñecas de mi hermana, enseñarme a montar la bicicleta, ayudarme en mis tareas del colegio, enseñarme inglés y regañarme cuando hacía alguna travesura. Fue por todo esto que la admiraba, mejor dicho, la idolatraba. Prácticamente no podría decir desde cuándo comencé a enamorarme de ella, solo sé que me percaté de ello cuando tenía ocho años.
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El secreto de Margarita [Saga Margarita 2] - [GRATIS]
ChickLitContinuación de «Decídete, Margarita» (la cual la encuentran en mi perfil). No recomiendo leer esta parte sin haber leído su antecesora. ****** Luego de que Margarita y Luis se reconciliaran, y del gran error que ella cometió esa noche -producto de...