Horas atrás
Luis
Esa tarde, ya estaba de vuelta en casa. Había estado toda la mañana buscando y comprando los regalos para entregarle a Margarita durante nuestra reconciliación. Yo había decidido ir a su casa en la noche para hacer las paces con ella, aprovechando que era fin de semana.
Cansado, y debido al calor que hacía, coloqué las bolsas de las compras a un costado del sofá de la sala. Me dirigí a la cocina para tomarme algo que me calmara la sed, antes de irme a tomarme una ducha. Cuando volví a la sala y descubrí a papá queriendo husmear entre mis cosas, fue tanto el susto que medio que por poco se me cayó el vaso de la impresión.
—¿Qué estás haciendo? —le reclamé al tiempo que me dirigía hacia donde él. Puse las bolsas en otro sofá, lejos de su alcance—. ¡Eso no es tuyo!
—¿Qué modales son esos? —Me miró con severidad—. ¿Llegas a casa, no saludas y lo primero que haces es faltarme al respeto?
—No te he faltado al respeto, viejo —me coloqué a pocos centímetros de mis compras, no quería darle oportunidad de que me agarrara con la guardia baja—, pero no me gusta que me estés espiando.
—¡No seas ridículo! Nadie te está espiando.
—¿Entonces...?
—Como me pareció ver un peluche, supuse que le habías comprado algo a mi nietecita. Justo caí en la cuenta en la que Blanca y yo todavía no le hemos comprado nada; quería ver cuál sería tu primer regalo para ella y...
Pasé saliva
—¡No es para ella! —admití, avergonzado.
—¿No? —Frunció el ceño—. Entonces, ¿para quién son estos regalos? Porque claramente son para una niña, a no ser que sean para una mujer...
Movió la cabeza en dirección a mis regalos. Cuando su vista se depositó en la gran bolsa de papel que tenía unos motivos de margaritas para luego mirarme con la frente arrugada, como adivinando quién era la destinataria, sentí un estrujamiento en mi estómago.
¡Carajo! ¿Por qué se me habría ocurrido ser tan obvio en algunas cosas?
—¡Esto no es de tu incumbencia! —dije mientras tomaba las bolsas y le daba la espalda para dirigirme a mi cuarto y ponerlas a buen recaudo.
Quise dar este tema por zanjado para no darle oportunidad a papá de ponerme en aprietos de nuevo. Lo que menos necesitaba ahora era un problema más, si ya estaba dispuesto a ir más tarde donde Margarita y resolver lo que me había estado atormentando durante semanas. Pero, si yo creía que ya me había librado de él, estaba equivocado:
—¿Es para esa otra mujer, cierto?
Me quedé de piedra, con el pie a punto de pisar el tercer escalón.
—¿Le has comprado a algo a Diana o a la niña?
—N...no.
—O sea, ¿estás usando el dinero que te doy en otra tipa y te has olvidado por completo de tu hija?
Volteé para encararlo.
—No la llames «tipa». Ella tiene su nombre...
—¿Ah, sí? ¿Cómo se llama? ¿Ya es tu enamorada? ¿Sabe que vas a ser padre? Porque si es así, habla muy mal de ella el que te aliente a gastarte cosas en ella, mientras tú no has dado ni un sol para la manutención de tu hija.
—Papá...
—Es cierto que me comprometí con los padres de Diana en sufragar los gastos que el control de su embarazo conllevase, pero eso fue con la condición de que no te pusieras a trabajar ni dejes tus estudios.
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El secreto de Margarita [Saga Margarita 2] - [GRATIS]
ChickLitContinuación de «Decídete, Margarita» (la cual la encuentran en mi perfil). No recomiendo leer esta parte sin haber leído su antecesora. ****** Luego de que Margarita y Luis se reconciliaran, y del gran error que ella cometió esa noche -producto de...