Capitulo 46

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Después de que el lagarto imitara los gestos de Ace y que este, cansado de que se interpusiera en su camino, le intimidara y le hiciera ver que no era buena idea seguir molestándole a no ser que quisiera acabar como el escorpión que ahora estaba incinerado, el lagarto morado decidió no intentar nada en su contra y se convirtió en su medio de transporte, el cual usaron para llegar a las montañas que habían a lo lejos, donde había una ciudad. 

-Parece que esta ciudad ha aguantado bien la sequía. -Sabo observó a su alrededor mientras se acomodaba el sombrero sobre su cabeza observando la pequeña ciudad que había al pie de la montaña rocosa en la cual habían algunas plantas. 

-Si, es bonita, me gusta la forma que tienen los edificios. -Andaira se bajó del lagarto morado, el cual estaba a cuatro patas para que los tres hubieran podido montarse a su espalda. Ace se bajó soltando un pequeño suspiro y después observó a su alrededor, observando como un hombre regordete se acercaba a ellos. 

-¿Son aliados de la armada rebelde? -Andaira observó al hombre frunciendo el ceño al igual que Sabo, al ver como Ace asentía con la cabeza el hombre sonrió de forma amplia y les señaló la casa más grande que había en el lugar, la cual tenía unos grandes ventanales. -En ese caso sus compañeros están en esa casa, pueden ir y comer lo que deseen, deben de estar cansados por el viaje. Muchas gracias por protegernos de los bandidos del desierto, desde que se instalaron en esta ciudad no nos han atacado más. Cualquier cosa que deseen no duden en pedirlo. 

-Oh, se lo agradecemos. -El pecoso sonrió de forma amplia e hizo una reverencia antes de empezar a caminar hacia la casa que el hombre había señalado siendo seguido por el lagarto que les había llevado hacia esa ciudad, el cual volvió a caminar a dos patas. 

-Pero Ace, nosotros no... -Andaira no acabó su frase debido a un gesto de mano que hizo el pelinegro quitándole importancia, después de esto el pecoso se introdujo en la casa sin decir nada más. 

-Vamos con él... -Sabo soltó un pequeño suspiro y después caminó hacia la casa sonriendo de forma leve, Andaira miró a su alrededor para observar como las personas de esa ciudad seguían haciendo su vida y como el hombre que les había recibido había desaparecido, al ver que ya no se encontraba ahí empezó a seguir a Sabo. 

Una vez se adentraron en la casa sintieron como el calor abrasador que ejercía el sol desaparecía, dentro de ese lugar se estaba más fresco, por lo que las ropas de más que llevaban se sentían sobrantes. Andaira observó como Sabo se quitaba el abrigo que estaba formado por tela de túnica dejando ver su vestimenta normal, ella decidió hacer lo mismo y quitarse la túnica que usaba en el desierto para dejar ver su camisa celeste junto a sus pantalones negros. Sintió como se quitaba un gran peso de encima al liberarse de esa prenda y no pudo evitar soltar un pequeño suspiro. 

-Se siente bien... -Sabo asintió con la cabeza de acuerdo con ella y los dos subieron unas escaleras al ver como la cola del lagarto morado desaparecía por ellas, una vez arriba empezaron a escuchar las voces de unos hombres, por lo que el rubio hizo un gesto con la mano para indicarle que dejara de caminar, cosa que Andaira hizo. 

-¡Los piratas de la arena se dirigen hacia aquí! -La pelirroja frunció el ceño extrañada al escuchar a ese hombre exaltado, ¿Piratas de la arena? No le sonaban de nada. Pero por lo visto eran unos piratas problemáticos, por que saber que se acercaban exaltó a todos los que estaban en el lugar.

-¿Estás seguro? ¿Y qué debemos hacer?

-¿De qué estás hablando? ¡No hay forma de que podamos con ellos! -Un pequeño silencio se instaló en el lugar, Andaira observó como Sabo asomaba un poco la cabeza para observar la situación, su cuerpo se tensó al observar algo, cosa que hizo que Andaira se preocupara. -Pero tampoco podemos huir delante de los aldeanos... Oye Aniki, ¿Qué podemos hacer?

Mi aventura (One Piece)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora