Capitulo 88

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La puerta sonó dos veces, pero él no se vio con la fuerza para responder. 

Le dolía la garganta, los ojos los tenía algo hinchados por llorar y tenía la nariz mocosa. 

No sabía cuanto rato había pasado, ¿Diez minutos? ¿Una hora? No podía estar seguro, lo único que sabía era que no se veía capaz de moverse, y mucho menos de levantar la cabeza, por que si lo hacía volvería a ver su rostro carente de vida y volvería a romperse a pesar de que creía que no tenía más lágrimas por llorar. 

-Ace... -La voz de marco resonó con algo de eco por la sala a la vez que sonaba la puerta abriéndose. -Tenemos que irnos, la marina está por aquí... Y no estamos en condiciones de luchar. 

El pecoso no le respondió, simplemente se incorporó con la vista apartada mientras sorbía por la nariz. 

-¿Qué hacemos... con ella? -Marco hizo una pequeña mueca desde el marco de la puerta con los brazos cruzados. 

-Yo me encargo, le llevaremos al barco y de ahí iremos a un buen sitio donde enterrarla. -Escuchar eso reforzó la idea de lo que había pasado había sido cierto y el nudo en la garganta de ambos se volvió a hacer más fuerte. -Tú adelántate para ducharte y descansar, yo y Thatch nos encargamos. 

El pecoso apretó los labios mientras dirigía su mirada hacia el techo para evitar que se le volvieran a empañar los ojos, asintió de forma leve y acarició con su pulgar la mano de la adolescente, la cual no había soltado en ningún momento. 

Después de hacer esto soltó un largo y pesado suspiro antes de caminar hacia la puerta de la habitación de forma apresurada, pues si se quedaba un segundo más se aferraría a su cuerpo de nuevo. 

Cuando salió de la habitación se cruzó a Thatch, quien caminaba camino al dormitorio, pero le pasó de largo sin dirigirle la mirada. 

El cuarto comandante retuvo un suspiro y siguió caminando hacia la puerta donde se encontró con Marco. 

-Sinceramente, no creí que fuera a acceder. -Dijo el rubio descruzando los brazos, el castaño asintió levemente con la cabeza mientras dirigía la mirada al interior de la sala. Al ver el cuerpo inerte de la pelirroja que solía portar alegría sus ojos volvieron a humedecerse debido a las lágrimas. -Si quieres también puedes ir con Ace, puedo llevarla solo. 

El castaño negó con la cabeza y sacó un pañuelo ya usado para sonarse la nariz. 

-No, está bien... Vamos. 

Los dos caminaron hacia el interior de la sala mientras el rubio daba un par de palmadas en la espalda de su amigo con intención de tranquilizarle. 

***

Andaira observó a su alrededor con el ceño fruncido. Se encontraba en una sala bastante amplia con dos puertas frente a ella. 

Eran blancas, como el resto de la sala, lo único que diferenciaba a cada puerta era una pequeña pegatina que tenían en el centro. La de la izquierda tenía una pegatina naranja. La derecha, una azul. 

Se giró para observar a su alrededor, no había nada más en toda la sala. 

Volvió su vista al frente observando ambas pegatinas, y por inercia llevó su mano a la puerta que tenía la pegatina azul, la derecha. 

Posó su mano sobre el picaporte y justamente cuando iba a abrirlo escuchó una voz grave tras ella. 

-Yo que tú no haría eso. -Se giró sorprendida ante la nueva presencia. A unos dos metros de ella se encontraba un hombre de pelo largo y rubio que le sonreía de forma cordial. Sus mejillas estaban decoradas con unas pecas casi imperceptibles y su barbilla estaba decorada por una perilla también rubia. 

Mi aventura (One Piece)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora